19 de Mayo de 1970, en el periódico «La Idea Nueva» se leía:
PARQUE CENTENARIO: Las obras del lago deben terminarse ahora
José V. Andrade
Lo que había ocurrido con las últimas lluvias: que las aguas del embalse hecho en el Parque Centenario para la construcción de un lago, rebasaron el dique de la avenida Juan Carlos Irazábal.
Una gran extensión del Parque, además, resultó inundada.
Creemos que ha llegado la hora de que la Intendencia termine de una vez esa pequeña obra de embellecimiento de nuestro paseo.
En primer lugar, hay que colocar los caños a que ya nos hemos referido en edición anterior, a fin de evitar que la suba del nivel de las aguas, siga destrozando el dique.
En segundo lugar, hay que hacer realmente el lago colocando los muros que lo delimiten, para evitar que las aguas sigan inundando gran parte del paseo cortando los caminos interiores, etc.
No es posible que se deje perder una obra que aún cuando pequeña, es un motivo de embellecimiento en un paseo en el que tan poco se ha trabajado para mejorar lo que hace más de cuarenta años se compró por el Municipio.
Creemos que lo que falta en el lago se hace con el mismo personal presupuestado, con muy poco gasto de materiales. Y entonces, ni siquiera vale la excusa de que la Intendencia carece de recursos para hacer esa obra.
REFLEXIÓN:
Si la memoria no nos falla, fue allá por la década del sesenta cuando se desempeñó en la Comuna Departamental la Arq. Margarita Gómez de Gambín. La misma fue gestora de muchas obras en la ciudad y quien diera inicio a obras en el Parque Centenario (impulsó el monumento a la Madre) siendo una de sus iniciativas inconclusas, la delimitación del lago en el mismo.
El artículo que hoy nos ocupa se refiere, precisamente, a los inconvenientes que causaba la paralización de las obras de formación del lago, el cual tenía ya un cauce natural, al que sólo le faltaba darle una definición más rigurosa, dotarlo de un conveniente desagüe y un adecuado entorno.
Acertada la apreciación de que el Parque fue por décadas un paseo al cual no se le destinaron rubros ni preocupaciones y, lamentablemente, cuando la ya mencionada arquitecta pretendía “tomar el toro por las astas”, sobrevinieron los acontecimientos de la década del setenta que dieron por tierra con muchas de las ideas que “rondaban” en las mentes. Incluso, con la del lago del Parque, el cual estuviera luego varios años como una “lacra”, reservorio de alimañas, insectos y malos olores.
Recién en la década del noventa se dotaría al Parque de un impulso con el cual se “resucitó” al lago, con el aditivo de su puente central y su fuente iluminada.
Hoy, a casi ochenta años de que el predio del Parque pasara a manos de la Intendencia, Trinidad luce con orgullo lo pintoresco del popular paseo que, junto con la Plaza Constitución, son verdaderas postales de la ciudad.