Parque Lavalleja: Pasado y Presente

PARQUE LAVALLEJA: PASADO Y PRESENTE

Trinidad, envuelta en el modesto ropaje de su humilde transitar por el tiempo, comenzaba a inspirar en sus habitantes los sueños transformadores que la llevaran por los senderos de su impostergable transformación.

Y la piqueta fatal del progreso comenzó su obra. Los ranchos de la periferia fueron desapareciendo, las calles de balasto bordeadas de añejos y gastados cordones de piedra, cambiaron su fisonomía por nuevas concepciones urbanísticas. El bitumen fue extendiendo su manto oscuro por la calles de los barrios. Afloraron los bloques de viviendas, desaparecían los terrenos baldíos y se alzaron hacia el cielo celeste y apacible, los grandes edificios que custodian la convocadora plaza “Constitución” y el campanario de la Santísima Trinidad-
En esa transición de lo antiguo a lo moderno, comenzó a transformarse el viejo Parque “Lavalleja”. El de los añosos eucaliptus, pinos y palmeras, donde columpiaban los susurros de la brisa sobre su paisaje agreste. Árboles y pedruscos entre los que serpenteaba la cañada nacida en calle 18 de Julio, donde refrescaban los rigores del verano los gurises atrevidos de su entorno y donde muchos de los que hoy peinan canas emularon a Martín Aquino o al inolvidable Llanero Solitario, y practicaron su puntería con la gomera. El de los inolvidables picados en aquella cancha tan particular, que dieron paso a una generación de destacados futbolistas como los Bogados, Castro, García, Aguilar, Quinteros, Bonilla, Sosa y muchos otros
Los vecinos de este añejo paseo público fueron los primeros en aceptar una realidad a la que había que darle una respuesta que cambiara la fisonomía paisajista de ese parque que en tiempos pasados era prácticamente tierra de nadie. Para conseguir el apoyo necesario que posibilitara esa transformación impostergable, se formó una comisión de vecinos donde adultos mayores y jóvenes del barrio mancomunaron esfuerzos para lograr el objetivo. Y los Acosta, Labraga, Carrión, García, De Freitas, Santa Cruz, Teylechea, Rabaza, entre otras familias de esa humilde comunidad referenciada por el viejo parque, se volcaron a una tarea llena de sacrificio y dedicación y con exiguos recursos. La entrevista con el entonces Intendente municipal, Ing. José Pou Tove, fue fructífera y el jerarca comprometió la ayuda de la comuna para realizar las obras que requerían maquinaria y obreros capacitados. Para preparar el terreno donde se enclavaría la cancha de fútbol, hoy mejorada y alumbrada, se quitaron altos y añosos árboles, como también enormes piedras que afloraban en la zona elegida. La maquinaria municipal removió el terreno y lo niveló, y luego se recargó con balasto para darle la firmeza necesaria. Las febriles manos de los improvisados obreros, le fueron dando forma a los primeros muretes que tuvo el Parque “Lavalleja” sobre la esquina de las calles “33” y Florencio Sánchez, extendidos en parte sobre esta última. Pero ¿de dónde salían los pesos para comprar materiales? Los sábados de tarde y los domingos se realizaban festivales deportivos sobre calle Florencio Sánchez, carreras de embolsados, de la sortija, 50 metros llanos, habilidades en bicicletas, pruebas que atraían el público necesario que adquiría las rifas relámpago con premios donados por diferentes comercios de la ciudad, En tanto las damas vendían tortas fritas y pasteles preparados por ellas mismas, colaborando así a la obtención de recursos económicos para la compra de materiales. Era poco, si, pero la convicción y empuje de los vecinos los hacía multiplicar para concretar la iniciativa.
El parque comenzó su transformación. Desaparecieron los basurales para siempre y se acondicionaron árboles y plantas. Una cantera con agua que existía en la zona donde actualmente se ubican los juegos infantiles, fue rellenada y tapada, y el canto de las ranas de la vieja charca desapareció. La cañada donde nace el arroyito que se pierde entre las chacras al Oeste de Trinidad, fue entubada y la zona circundante se convirtió en un pequeño camping donde los mayores exhuman sus fatigas, rodeados de las risas de niños que disfrutan de los juegos, en un parque transformado donde paseo y deporte transitan de la mano. Quizás falten aún algunas cosas para hacerlo más hermoso y disfrutable. Pero está ahí recuperado. Convocando en la noches del verano a miles de de consecuentes espectadores a las contiendas deportivas de su cancha que luce renovada. Y recibe en sus rincones apacibles, visitantes de todas las edades en las tardes de mate y tortas fritas.
Por eso hoy, damos gracias a aquellos soñadores del pasado, muchos de los cuales nos miran desde el cielo. Gracias a los gobernantes que tomaron la bandera para edificar esta moderna realidad y gracias a los que, sintiendo como propio el añoso parque, apoyaron desinteresadamente su transformación. A las generaciones futuras, receptoras de esta herencia patrimonial de nuestra hermosa Trinidad, deberán ser celosos custodias de cada centímetro de su espacio físico para mantenerlo y preservarlo, con el orgullo que cada trinitario debe sentir por las cosas de su pueblo. En esa dimensión Trinidad y Flores seguirán creciendo, transformándose como el Parque “Lavalleja”, para insertarse con sus nuevos atavíos en una sociedad emprendedora, que tejió con espíritu laborioso gran parte de su historia.
Remozado pero conservando su nostálgico pasado, está integrado al circuito de paseos públicos de la ciudad que fue modelando su transformación para convertirlo en esta realidad.