Voluntad y voluntarismo
UNIVERSIDAD EN EL INTERIOR (I):
Gonzalo Perera
Columnista
Suele pensarse que el desarrollo de ofertas universitarias en el interior es un mero acto de voluntad política (nacional, universitaria, departamental). Nada se hace sin voluntad política. Pero a veces la sola voluntad no alcanza y es necesario un proceso de acumulación y gestación previo, de objetivación de demandas y posibilidades, que implica un trabajo sostenido en el tiempo y consistente con las características de la época.
He escrito anteriormente en estas páginas sobre los desarrollos universitarios regionales, descentralizados, tanto a partir de experiencias internacionales como nacionales.
Desde el pleno involucramiento con el desarrollo actual de ese proceso en el Uruguay, desearía compartir algunas reflexiones sobre puntos que considero es necesario enfatizar muy particularmente.
La fuerza de voluntad, claro está, es una de las virtudes que pueden adornar al ser humano. Sin ella, nada es posible. Pero la sola voluntad no alcanza para muchas cosas. Para poner un ejemplo bien sencillo, si uno desea rebajar un poco de sobrepeso, es indispensable poseer fuerza de voluntad para hacerlo. Pero además es necesaria la información u orientación sobre cuáles son los hábitos alimentarios y de vida conducentes a ese objetivo. En este sencillo ejemplo es evidente que la voluntad mal informada es frustración segura, que la información sin voluntad es garantía de no cambiar nada y que sólo aunando voluntad e información se puede elaborar la dieta y las rutinas generales de vida que permitan lograr el objetivo de reducir el sobrepeso.
En problemas más complejos, además de voluntad e información, suelen intervenir otros ingredientes y ser de enorme relevancia. Esta nota presenta un ejemplo muy concreto de ello.
Se le suele llamar “voluntarismo” a una forma de “pensamiento mágico” (desligado de las posibilidades reales y razonamientos lógicos) por la cual se cree que alcanza con tener una férrea voluntad para alcanzar un objetivo. Vuelvo al ejemplo anterior de manera caricatural para ser claro: aquel que con voluntad de hierro sale a correr a las 6 de la mañana dos horas todos los días y luego come abundantemente grasas y frituras, copiosamente regadas con bebidas de alto contenido calórico, es un claro ejemplo de voluntarista, de los que se asombra por qué la balanza no obedece a sus deseos.
El voluntarismo campea en el terreno de la política y fundamentalmente en aquellos temas de más compleja resolución. Justamente por ser arduos, no tener soluciones fáciles y a corto plazo, es una tentación humanamente muy comprensible el sentir la tentación de “hacer la fácil” y “no complicarse tanto” y apostar a alguna “fórmula genial y sencilla”, cargada de abundantes dosis de buena voluntad. Pero tan comprensible tentación puede conducir a errores garrafales, al punto de anular por completo todo esfuerzo que se haga.
Las instituciones universitarias no se crean por decreto ni prosperan en base a mera fuerza de voluntad.
Una institución universitaria requiere un cuerpo docente capacitado para trabajar al nivel de exigencia debido en las distintas temáticas que pretenda abordar. Ese personal, particularmente en un país pequeño, no siempre existe y si existe, no necesariamente está disponible. Se puede en tales casos recurrir (con voluntad y dinero) contratar docentes extranjeros para generar las primeras generaciones de egresados, de entre ellos capacitar algunos para la docencia y así en un proceso de VEINTE AÑOS tener personal capacitado propio. La extensión de la enseñanza media en el Uruguay planificada por el Ing. José Serrato durante el primer batllismo tuvo una componente de este tenor, por ejemplo. Pero me permito enfatizar que con voluntad firme y (no poco) dinero, se requieren VEINTE AÑOS para tener instituciones que se sostengan con capacidades propias.
Pero aún suponiendo que existan los docentes capacitados, si no hay adecuación entre varios factores, como la oferta y la demanda de titulaciones, o el contexto geográfico, económico y social, se puede fácilmente llegar a soluciones inviables.
Volvamos a ejemplos sencillos ¿Cinco años atrás, había en el Uruguay recursos humanos capacitados para la formación en la ciencia y tecnología del manejo sustentable de los recursos marinos y costeros? Sin duda los había: en Montevideo, dentro de distintas Facultades y servicios estatales había investigadores, doctorados en diversas especialidades relacionadas al mar y su entorno, con larga experiencia en investigación, en enseñanza de grado y posgrado, había diversas formaciones en la materia. De decidirse radicar en el interior buena parte de esa capacidad… ¿era lógico instalarla en cualquier departamento? Obviamente una tal capacidad, con todo respeto, no se puede instalar naturalmente en Rivera, sino que su lugar más propicio son obviamente los departamentos de Rocha y Maldonado, pues allí está el objeto de su estudio y los lugares donde se realiza “el trabajo de campo” (la recolección de medidas, datos, muestras, etc., que luego son objeto de estudios). Así la Universidad de la República (UdelaR, de aquí en más) a la hora de constituir el CURE (Centro Universitario de la Región Este, que comprende actualmente varias sedes universitarias en Maldonado, Rocha, Treinta y Tres y Lavalleja, y diversas carreras) entendió correctamente que para esas disciplinas el CURE podía ser incluso un mejor hogar que las Facultades de Montevideo- particularmente las sedes de Rocha y Maldonado- por situar a docentes y estudiantes más cerca de su objeto de estudio. Del mismo modo, en Rivera prosperó un programa de formación en Recursos Naturales con un fuerte componente forestal, de fuerte impacto en, por ejemplo, las zonas aledañas a Tranqueras.
Un despliegue universitario “de oficina”, que no empiece por comprender las realidades territoriales, regionales, los recursos, necesidades y posibles desarrollos de cada localidad, muy difícilmente prosperará. El “principio de especialización” del exitoso desarrollo universitario en todo un territorio nacional consiste en generar concentración de capacidades sobre una especialidad en la región donde los recursos involucrados son de relevancia ya instalada, generando un “círculo virtuoso” de retroalimentación entre la formación universitaria y el desarrollo de las actividades de explotación responsable y sustentable de dichos recursos. Al mismo tiempo esto genera movilidad interna, pues quien quiera dedicarse al estudio de la explotación sustentable de recursos pesqueros deberá hacer su carrera en Rocha y quien quiera estudiar el desarrollo sustentable de los recursos forestales, deberá dirigirse a Rivera, sea cual sea su origen, Montevideo incluido. Cada centro regional debe ser LA referencia nacional en alguna especialidad que sea propia a los recursos y perspectivas de desarrollo locales; ese es un punto básico.
Esto NO significa que no se pueden “replicar” carreras en más de un punto del país, ni significa negar la conveniencia de expandir en diversos puntos del país formación en actividades y servicios de carácter general, que son necesarios en cualquier lugar. Significa en cambio que cada centro universitario tiene que tener, para ser sustentable y no mero voluntarismo, un “sello de identidad” que provenga de las entrañas mismas de los recursos y necesidades de la región en que se instala.
El CURE exhibe números muy interesantes y ha adquirido dimensiones muy considerables. Se llegó a ese nivel de desarrollo por una conjunción de numerosos factores y no mero voluntarismo.
Pero hay un número que muestra el CURE que -al menos para mí- es el más satisfactorio y significativo. Sobre los estudiantes que ingresan a estudiar al CURE, 2 de cada 3 son la primera persona en realizar estudios terciarios en su familia. Más clarito: las dos terceras partes de los gurises que allí ingresan, tienen un papá y una mamá que jamás pisaron una institución terciaria de formación (nunca fueron a la Universidad, o a un instituto de formación docente, etc.) No digo que el CURE sea el Edén, pero sí digo que ese número “habla” por sí solo y supera largamente el guarismo que se observa en Montevideo, donde hay mayor tendencia a que el estudiante universitario tenga algún progenitor que realizó estudios terciarios.
Ese numerito del CURE, querido lector, habla de inclusión y democratización del acceso a las oportunidades de estudios terciarios de las nuevas generaciones. Y eso, para todo quienes somos del interior del país, es evidentemente uno de los mejores legados que soñamos para los jóvenes de hoy y del mañana, en todo el país.
Seguiremos entonces analizando cómo entendemos que se pueden alcanzar desarrollos universitarios sustentables y socialmente inclusivos en el interior, a partir de las experiencias que el Uruguay y el mundo han ido desarrollando.