“Pepe” Carreras, el adiós a un símbolo de trabajo y de nobleza
José Carreras, más conocido en nuestra sociedad como “Pepe” Carreras, falleció en Trinidad el pasado viernes 19 de setiembre.
Este hombre noble quedará en la historia de este solar como un prototipo de entrega, de amor al trabajo y al deporte.
La sociedad entera llora su partida.
“Pepe” fue un enamorado de lo que hizo en su vida, un constructor del bien. Un fino artesano del mármol y de la mezcla moldeada con cariño, en cuyas mesas, mesadas y bancos quedará su sello inconfundible. Esa fue su profesión.
Son cientos, quizá miles, las viviendas que cuentan con esa obra realizada con sus manos gruesas y ásperas por la acción del portland y de la cal. Manos que se tendieron también tantas veces para ayudar a quienes no tenían para pagar con dinero su trabajo… es que “Pepe” prefería más un mimo para su alma…
Muchas son las obras que quedaron en Trinidad a la vista de todos, también en las plazas y en otros espacios públicos, pero sobre todo quedará allí –muy fresco- el aroma de su bondad infinita.
José Carreras fue un enamorado del deporte y del fútbol en particular. Pero de un fútbol-deporte muy particular, medido con el mayor sentido social, porque su obra trascendió a Cerro –el Club de sus desvelos- para incrustarse en el sentir del pueblo más allá de colores y de preferencias.
Fue el gran “alma mater” del Club A. Cerro. Quienes lo conocimos sabemos de su profundo amor por la celeste y blanca, institución que hizo grande a su propio estilo, con la humildad de los auténticos caballeros, a través de cuya acción fue desgranando lecciones y ejemplos dignos de imitar, fundamentalmente ahora en que los intereses personales socavan los más puros valores del deporte.
Junto a su familia cargó sin quejas la pesada mochila de mantener en actividad al club de sus amores, en la divisional que le tocara participar, porque a “Pepe” poco importaba el placard con los números a favor, aunque muchas veces acarició la victoria. Prefirió siempre la recompensa que le pudieran brindar sus “alumnos”, como personas de bien, forjadas en canchas y vestuarios inundados de respeto y de ponderación hacia el adversario deportivo.
Fue un hombre de entrega más absoluta a la hora de pensar en la selección de Flores. Por varias generaciones dirigió los planteles juveniles de nuestra querida “celeste”, quedando también allí impresa con letras de molde una tarea sin igual, exenta de exigencias de cualquier tipo. Al contrario, “Pepe” junto a su entrañable esposa Olga y sus hijos, supieron tantas veces poner de su propio peculio los refuerzos y refrescos para que no les faltara nada a sus jóvenes futbolistas, cuando se viajaba a competir en aquel viejo “Sur” de las seis selecciones.
Pero si bien el pueblo de Flores lo vio vinculado al fútbol, deporte que seguramente no practicó con formalismo, “Pepe” Carreras fue un ciclista de lucha en aquellos años en que no existía el asfalto, pero sí los caminos de tierra y balasto. Vistió la casaca de Nacional en épocas de grandes valores como el “Peludo” Luna –a quien siempre nombró y consideró por su calidad de deportista- y sus triunfos están todavía traducidos en trofeos que se conservan en el anaquel de la sede alba con perfume a historia y a gloria.
Quizá fue allí, en esa etapa de vida juvenil de lucha y sacrificio –propia del ciclismo- que “Pepe” Carreras templó su espíritu de nobleza para entregárselo a su Cerro, a su combinado de Flores, a su pueblo…