Treinta años después de “1984”, en Uruguay

Mirtana López

Columnista

 “1984” es el nombre de una novela nacida de los grandes acontecimientos de la primera mitad del siglo XX que tuvo gran impacto en sus décadas finales. Publicada en 1949, hoy ya pasaron treinta años del período que anunció. Tan concreta como su título numérico es la forma en que relata los sucesos que integran su contenido desbordado por una imaginación pesimista, acorde con aquellos tiempos finales de la Segunda Guerra Mundial. George Orwell, su autor, un periodista, corremundos y socialista inglés que había luchado contra Franco y vivido la lucha interna de los republicanos, escribió en una carta de 1944: “En el mundo que veo venir, en el que dos o tres superpoderes controlarán el mundo, 2+2 será igual a 5 si el “fuhrer” de turno así lo desea”. “La mayor parte de la élite intelectual inglesa se opone a Hitler, pero sólo a cambio de apoyar a Stalin. La mayoría de ellos apoyan métodos dictatoriales, policías secretas y la sistemática falsificación de la Historia siempre que beneficie a los nuestros”. Desde que la guerra contra el totalitarismo comenzó en 1936, creo que nuestra causa es la mejor. Pero para que continúe siendo la mejor, necesitamos una autocrítica constante”.

 

Orwell escribió la carta de la que entresacamos estos párrafos desde su casa en el barrio londinense de Mortimer Crescent el 18 de mayo de 1944. Dos semanas después, un misil V-1 alemán destrozaba Mortimer Crescent.

Pero tres años antes Orwell había escrito “El león y el unicornio: socialismo y genio inglés” obra en la que propone una revolución socialista y democrática en Inglaterra en oposición al estalinismo soviético. Comenzaba así:

“Mientras escribo esto, seres humanos muy civilizados vuelan sobre mi cabeza tratando de matarme. Ellos no sienten ninguna enemistad hacia mí como individuo. Yo tampoco hacia ellos. Sólo están “haciendo su tarea”, como dice el proverbio. La mayoría de ellos, no tengo ninguna duda, son buena gente y jamás cometerían un asesinato en su vida privada. Por otro lado, si alguno consigue matarme hoy, tampoco tendrá ninguna pesadilla. Están sirviendo a su país y eso parece que les absuelve de todo mal”.

 

Esta conciencia de la irresponsabilidad individual transformada en colectiva, o de la falta de solidaridad que veía crecer a su alrededor, es uno de los elementos que caracterizan la sociedad que crea en su novela “1984”, “política, aunque tenga caparazón de ciencia ficción”*. En ella, más que profético, Orwell fue un cronista de lo que comenzaba a ver. “Aquí ya no estamos solo ante lo que habitualmente reconocemos como `literatura´ e identificamos con la buena escritura. Aquí estamos, repito, ante energía visionaria. Y no todas las visiones se refieren al futuro, o al Más Allá.**

 

En ese mismo Prólogo que escribió para la edición italiana de 1984, Humberto Eco dice: «Es la idea del control a través del circuito cerrado que se pondría en práctica en las cárceles, en las fábricas, en los locales públicos, en los supermercados y en las comunidades fortificadas de la burguesía acomodada». Pero de todas las ideas e  intuiciones que sustentan el relato, hay una que nos impacta especialmente. Tiene que ver con la palabra y la creación de la historia y la identidad de los pueblos. “Quien controla el pasado –decía el slogan del partido -, controla también el futuro. Quien controla el presente, controla el pasado. Y, sin embargo, el pasado, alterable por su misma naturaleza, nunca había sido alterado. Todo lo que ahora era verdad había sido verdad eternamente y lo seguiría siendo. Era muy sencillo. Lo único que se necesitaba era una serie de victorias que cada persona debía lograr sobre su propia memoria. A esto le llamaban control de la realidad. Pero en neolengua había una palabra especial para ello: doblepensar.

“Día a día y casi minuto a minuto, el pasado se actualizaba. De este modo todas las predicciones hechas por el Partido resultaban acertadas según prueba documental: ningún artículo de noticias o expresión de opinión que entrara en conflicto con las necesidades del momento permanecía en el registro. Toda la historia se convertía así en un palimpesto raspado y vuelto a escribir con la frecuencia necesaria. En ningún caso habría sido posible demostrar la existencia de una falsificación”.

Estas dos citas ilustran la extraordinaria visión que tuvo Orwell de las tentaciones que pueden sufrir quienes gobiernan. En cierta medida muestran cómo las pueden sufrir también quienes apenas están en la etapa del deseo de gobernar. Si el pasado se altera, ignorarlo es una forma de alterarlo; una forma muy drástica de transformarlo. “Entonces, la mentira pasaba a la historia y se convertía en verdad”.

 

Recordemos que 1984 fue para nosotros, uruguayos, año de salida de la dictadura. Por ejemplo, si en el actual Uruguay ignoramos los niños que el aparato del Estado, los militares y paramilitares hicieron desaparecer y, muchas veces comercializar; si desconocemos cuáles fueron los gobiernos posteriores que miraron para el costado sin intentar la justicia y si desconocemos también cuáles fueron los que arriesgaron acciones de pesquisa hacia el pasado, entonces renunciaremos a un elemento de valoración muy importante para juzgar la actuación de ese gobierno. Y si, desde el hoy, nos dicen que no es positivo bucear en el pasado, Orwell pudo haber tenido razón también para nuestro Uruguay del futuro: “Quien controla el pasado, controla también el futuro”. Ya no quedan inocentes.

 

*Eduardo Alvariza.

** Humberto Eco.