Lo que dejó la elección
Voy a tratar de alejarme de todo exitismo y compartir algunas reflexiones sobre el acto eleccionario del 26 de Octubre. Nuevamente el F.Amplio fue un claro vencedor. Al cierre definitivo de los escrutinios obtuvo casi un 49,5% de los sufragios a los partidos, quedando a unos pocos votos de ganar en primera vuelta. Ello equivale a contar ya con mayorías en la cámara baja y obtener las del Senado con un triunfo –más que probable- en el balotage. Desmenuzando estos datos gruesos, podemos ver que estos comicios han dibujado un nuevo y sorprendente mapa político, que ubica al FA en un escenario soñado. El interior, deja de ser su tendón de Aquiles. El FA, ganó y bien en 14 departamentos y en los que fue derrotado, en algunos casos perdió por poco y en todos mostró un buen crecimiento acortando distancias con el PN. Este triunfo lo posiciona además, como el único partido ganador de tres elecciones consecutivas en el proceso democrático post dictadura.
Como contrapartida del escenario emergente, han surgido varios síntomas de crisis en los partidos de la oposición blanqui-colorada. Dirigentes del PN del interior (Bezzozi por Ej.) cuestiona la participación en la segunda vuelta. Zimmer da su voz de alerta sobre las elecciones de Mayo. Y la fórmula presidencial pierde positivismo, delira con porcentajes estrafalarios y recurre al agite de fantasmas. Es bueno recordar que muchos de los argumentos manejados, ya los usó en la elección anterior el Dr.Lacalle Herrera. En el Partido Colorado, la crisis adquiere otras dimensiones. La derrota abarcó sin misericordia todos los frentes: la del Si la Baja, pérdida de senadores y diputados, la apuesta de Bordaberry a Aecio Neves, fracaso en los pagos del candidato a vice y una ruptura más que evidente con el sector Batllista donde algunos dirigentes han anunciado su apoyo a Tabaré Vázquez para la segunda vuelta. En lo personal, hasta el propio Bordaberry perdió la compostura y sus buenos modales.
Habría mucho más tela para cortar, más puntas para sacar, pero en realidad no es éste el objetivo de la nota. La elección ahora está cargada de futuro. Un futuro que necesariamente tendrá que atender a esta Democracia como construcción colectiva. Es necesario, de una buena vez, aventar las chicanas de la reforma de 1996, como un camino para transparentarla y dignificarla. Los uruguayos TODOS la merecemos. A esta altura se evidencia una conciencia creciente, del origen mezquino y espurio de la componenda reformista. Está más que claro que en el afán de impedir el acceso del FA al gobierno, diseñaron con cálculos mecánicos y numéricos y con gran apoyo mediático, una reforma Constitucional como quien marca las barajas o carga un juego de dados. Como los porfiados hechos han demostrado la inutilidad de la trampa, creemos que el invento está matando al inventor. En parte es así, pero en el fondo, nos está matando a todos porque la sociedad tiene que destinar recursos hasta para cuatro elecciones, mientras los inventores gozan de buena salud. Con un 49,5% de los votos válidos, con el triunfo en 14 departamentos, con 17 puntos de ventaja sobre el segundo, ¿es necesario un balotage? ¿No es inequívoca la voluntad del soberano? Esta realidad –creo- no permite dos interpretaciones. Pero como lo único permanente que hay en la vida son los cambios, imaginemos un escenario hipotético. Todo indica que el espacio del PC (12,9%) lejos de subir en el futuro, se despeñe casi hasta la extinción. Imaginemos que se consolide la Concertación. Imaginemos que por méritos propios del partido concertado o por desméritos del FA, la situación se invierte ¿no se enfrentarían con la misma trampa? Es hora de que los ciudadanos, militantes de todos los partidos tomemos iniciativas para empujar desde abajo el cambio de este engendro. Lamentablemente, los dirigentes de la oposición –herederos de los dirigentes blanqui-colorados conjurados en el 96 contra el FA- prefieren seguir jugando con los naipes marcados. A pesar de ello, creo que habrá tiempo suficiente para debatir e intentar acuerdos, mientras se enfría el tercer plato de sopa…
Miguel Longo