Mañana es hoy
David Rabinovich
Columnista
El Gral. Líber Seregni advertía que hay que pensar en “el día después”. Cada acción, cada cosa que decimos, lo que hacemos y lo que no, todo tiene consecuencias posteriores.
Hoy, a los viejos frenteamplistas de toda una vida, nos ha llegado uno de esos ‘días después’. Ante el anuncio de la integración del próximo gabinete, decidida sólo por el presidente electo y un selecto círculo que lo rodea, hay un sentimiento de desazón.
Algunos compañeros designados cuentan con una trayectoria ejemplar e indiscutible, otros presentan luces y sombras, según la opinión de cada uno. Pero la confirmación de Eleuterio Fernández al frente del Ministerio de Defensa ha sido una desagradable sorpresa. ¿Cuándo serán retiradas nuestras tropas de Haití? ¿Cuándo volverán, desde el Ministerio, a colaborar con esclarecer el destino de los desaparecidos? ¿Será posible discutir qué fuerzas armadas queremos y qué presupuesto es necesario asignarle? ¿Revisaremos el sistema de jubilaciones privilegiadas del que disfrutan? ¿Integraremos los recursos del hospital militar al sistema de ASSE? ¿Habrá tribunales de honor para los viejos gorilas?
También es lícito preguntarse si en educación o relaciones exteriores no había gente más idónea, también leales al Frente Amplio, aunque no tanto incondicionales del presidente.
Hoy es el día en que nos preguntamos, después de tantas décadas de militancia consecuente, los que nunca aspiramos a distinción o cargo alguno; ¿qué nos queda del proyecto de la izquierda uruguaya con el que construimos esta experiencia única de unidad sin exclusiones?
Con empecinada confianza mantuvimos la bandera tricolor en cualquier circunstancia y a cualquier costo. Ahora, hoy, que ‘el día después’ ha llegado, después de votar y juntar los votos ¿Qué papel nos asignan las cúpulas dirigentes? Está mayo, claro, que también tendrá su día después.
El Poder Ejecutivo, los funcionarios de confianza –que son miles- la bancada parlamentaria y el Partido Frente Amplio tendrán que negociar, desde las diferencias, en un precario equilibrio, la dirección y la velocidad de los cambios de signo progresista que hemos comprometido. De giro a la izquierda ni hablar.
Encontrar las respuestas correctas siempre es más fácil si tenemos las preguntas adecuadas.
¿Por qué no vamos a debatir sobre la conveniencia y la justicia de imprimir a un tercer gobierno de la izquierda ‘un giro a la izquierda’?
¿Acaso el argumento de que a lo largo de los años, la izquierda se ha renovado y algunos ‘ortodoxos’ nos quedamos en el pasado, es de recibo? Nos proponemos ser serios y responsables, previsibles y respetuosos de los ‘derechos’ de una minoría muy poderosa. ¿Sólo eso? ¿Los ‘inversores’ son sagrados y de su voluntad depende nuestro futuro? El ejemplo de las socialdemocracias europeas ¿no nos enseña nada?
Las sociedades, en la región, están divididas y enfrentadas. Ningún ejemplo muestra la historia de la disposición del gran capital concentrado, a ceder de buena gana ni siquiera lo que le sobra.
A pesar de las dificultades, que son muchas, estamos en el barco de la integración regional liberadora o en el de las grandes compañías trasnacionales. La campaña contra el tabaquismo, transformada en épica lucha, es un ejemplo alentador. Pero si un laboratorio importa un medicamento por menos de $ 2.000 y se vende a más de $ 30.000 a los usuarios ¿vamos a respetar las leyes del mercado, impasibles y neutrales?
Al propósito de democratizar la sociedad, generar equidad y justicia, humanizar las relaciones para resolver la inseguridad, a todo eso ¿hemos renunciado? ¿Nuestra educación tendrá el propósito de formar buenos trabajadores, empleados productivos y de ser posible, mansos? Necesitamos buenos ciudadanos, críticos y rebeldes. Técnicos y no tecnócratas.
El tono de esta nota puede sonar muy duro, demasiado crítico. La intención es legitimar el debate, defender el derecho a pensar y opinar, porque creo que eso es esencial para la izquierda. También ejercer el derecho a defender el proyecto, la ética y el mejor legado que dejaron los que nos antecedieron. Para mi generación ya no existe un mañana ‘nuestro’. El mañana será de nuestros nietos y será lo que ellos quieran. Pero las condiciones en las que construirán su mundo, será nuestro legado.
En nuestra historia hay enormes personalidades que nos dejaron de herencia mucha cultura democrática, medidas que se adelantaron a su época en materia de derechos y esto sin necesidad de remontarnos al Reglamento de Tierras de 1815 o aquel lapidario “Mi autoridad emana de vosotros y ella cesa ante vuestra presencia soberana…”.
Escribo desde el dolor, la preocupación y la responsabilidad. Actúo desde el compromiso libremente asumido y mantenido de forma tenaz. Me adhiero a la general algarabía que despierta los resultados electorales en tanta gente de izquierda, soy uno más. Además mantengo la esperanza intacta en la capacidad de resiliencia de nuestra sociedad. En el espíritu revolucionario de compañeros que prometieron hacer “temblar las raíces de los árboles”.
No dejaremos sólo a Tabaré, todo lo contrario. Esta es una responsabilidad compartida, en el acierto y en el error. Porque si algo aprendimos, es que la unidad es nuestra mayor fortaleza. Pero se basa en las convicciones, porque las conveniencias siembran división.
El lunes fue el día después, un día de fiesta. Hoy viernes es también un día después, pero de preocupada inquietud.