Ahora el desbloqueo comercial y económico

Esta semana el mundo se vio tan sorprendido como conmovido, ante el anuncio del Presidente norteamericano Barack Obama, de realizar cambios con miras a normalizar las relaciones entre Estados Unidos y Cuba, señalando que es tiempo de «levar las anclas del pasado».

En un discurso en la Casa Blanca, Obama dijo que el acercamiento después de cinco décadas de relaciones congeladas fue posible tras comprobar que las políticas desactualizadas y «rígidas» del pasado no lograron tener impacto sobre Cuba.
Las decisiones tendrán impactos positivos en “nuestros intereses nacionales, para las personas que viven en Estados Unidos y para el pueblo cubano», dijo Obama.
Añadió que la nueva política hará más fácil para los estadounidenses viajar a Cuba, pero lo más importante es la posibilidad del levantamiento del inhumano embargo económico que rige sobre Cuba, decisión que está en manos de los miembros del Congreso estadounidense, según Obama
El Presidente cubano Raúl Castro por su parte anunció que las negociaciones sobre el embargo ya existen, enfatizando el mandatario la necesidad de que el bloqueo económico, comercial y financiero -que provoca enormes daños al pueblo- debe cesar. Asegura además, que aunque las medidas del bloqueo han sido convertidas en ley, el Presidente de Estados Unidos puede modificar su aplicación en uso de sus facultades ejecutivas.
Más allá de esas cuestiones que deberán resolverse en los ámbitos que corresponde, este acontecimiento llega en un momento clave, en el que fueron protagonistas fundamentales el Papa Francisco -acción que fue reconocida por los mandatarios de Cuba y Estados Unidos-, esfuerzo de mediación al que se sumó el propio Presidente del Uruguay José Mujica, en otra muestra de voluntad negociadora que no ha pasado inadvertida para América Latina en particular.
El hecho tiene enorme relevancia.
El cambio de actitud del gobierno norteamericano tiene sus fundamentos en que los cincuenta años de bloqueo comercial y económico no dieron los resultados esperados a los intereses norteamericanos, con lo cual queda de manifiesto que aquella decisión del gobierno de EE.UU. bajo la presidencia de Eisenhower –adoptada el 19 de octubre de 1960- no tuvo para nada en cuenta las consecuencias nefastas que recaerían sobre el sufrido pueblo cubano.
Así transcurrieron cinco décadas haciéndose oídos sordos a la voz de muchos gobiernos latinoamericanos, que reclamaban a Estados Unidos en cada foro internacional el desbloqueo, medida que contradecía derechos humanos que los gobiernos norteamericanos siempre dicen defender.
Ahora se inicia otra etapa, no solo para los países directamente involucrados, sino para todo el mundo, y fundamentalmente para nuestra América Latina que sigue luchando por consolidar la paz en aquellos pueblos que aún no la poseen, y la libertad sin condiciones para todos.
Habremos de celebrar la resolución de Obama cuando realmente se concrete el final del embargo, que tanto daño ha causado a los cubanos.