El Papa Francisco y los desaparecidos uruguayos
Un impacto muy especial causó la noticia divulgada la pasada semana por la prensa uruguaya, que recoge un cable de la agencia de noticias MercoPress, que anunciaba el interés del Papa Francisco de prestarse a colaborar con el gobierno uruguayo para aclarar las desapariciones ocurridas durante la dictadura cívico militar.
La información precisa que es el Sumo Pontífice de la Iglesia Católica apoya la creación de una comisión que será designada para escuchar confesiones voluntarias tanto de militares como de cualquier persona que esté involucrada en crímenes cometidos en el período 1973-1985. La iniciativa pretende que el concepto de “verdad y justicia” sea reemplazado por el de “verdad y memoria”, proyecto que se asemejaría a la experiencia de Sudáfrica, donde los involucrados en la desaparición de personas deben confesar dando un paso hacia adelante e incluir dentro de su confesión dónde pueden ser encontrados los restos de esas personas.
Nadie podría, seguramente, rechazar la intención del Papa de colaborar con un tema que no ha sido laudado, todo lo contrario, que sigue conviviendo en la comunidad y así continuará si no se producen avances en procura de encontrar la verdad y con ella los restos de los 152 uruguayos desaparecidos en el marco del Plan Cóndor impulsado por las dictaduras latinoamericanas, de los cuales 34 desaparecieron en nuestro país.
Si bien nadie podría decirle “no” al Papa Francisco, de todos modos habría que profundizar en la idea y encontrar un camino que contemple a toda la sociedad uruguaya y específicamente a los familiares de esas víctimas, en quienes recae el dolor pero también el trabajo persistente de búsqueda y espera de respuestas.
El silencio, el ocultamiento de información y la mentira ha sido la actitud adoptada por los militares denunciados por esos hechos aberrantes, cometidos en ese período de la historia latinoamericana, y mientras pasa el tiempo las esperanzas de cambiar la realidad se desvanecen, produciéndose en cambio hechos inesperados y lamentables como el ocurrido hace algunas semanas con el Ministro de Defensa.
No sabemos cómo se podrá llegar a esa “verdad y memoria” que impulsa con cristiana decisión el Papa Francisco, cuando se ha demostrado lo difícil que es romper el silencio de los victimarios.
De todos modos habrá que hacer el esfuerzo, aún en la más tremenda dificultad, sabiendo además comprender a los familiares de los desaparecidos que reclaman justicia para reparar el daño cometido con aquellas personas que fueron torturadas y asesinadas por pensar diferente al régimen imperante.
No todas las experiencias pueden ser comparadas, la de Sudáfrica pudo ser un buen modelo pero para aquella nación, pero muy difícil de transpolar a nuestro país. De eso también tenemos que ser conscientes.
Pero lo importante es que el Papa Francisco ha puesto encima de la mesa un tema que merece seguir en debate, incluso en la esfera internacional donde tantas veces se ha denunciado.
Ese aporte ya es importante, aunque difícil de encaminar por todo lo señalado.