Fue presentado el libro “Aparicio Saravia – El traicionado”, de Gonzalo Abella
El pasado martes fue presentado en Trinidad el libro “Aparicio Saravia – El traicionado”, del escritor, docente y político Gonzalo Abella. La presentación de esta nueva publicación de Abella se realizó por el propio autor en el entrepiso del Gran Hotel Flores.
En diálogo con ECOS REGIONALES, el autor de “Aparicio Saravia – El traicionado”, expresó que el libro surge del trabajo sobre mitos y leyendas en campaña.
“Tuvimos la suerte con Isabel (su compañera) de estar en estancias, en yerras, en fogones, en marchas a caballo y siempre aparecía la figura de Saravia, más bien como una devoción de la gente que por un personaje histórico de carne y hueso”, explicó Gonzalo Abella.
“Uno veía que la leyenda se iba agigantando. Si uno piensa en toda la gente que nos ha dicho: Mi bisabuelo fue servidor con Saravia, tendrían que ser medio millón de orientales, porque todo el mundo –la gente de campo- tuvo algo que ver con él. Entonces quisimos hablar más sobre Saravia, conocer más, no las batallas porque hay libros de sobra (Paso del Parque, Tupambaé, Cerros Colorados, La derrota en Masoller). Eso está muy estudiado. Algunos de sus trabajos, sus cartas a su hermano Basilicio están ya publicadas, pero, ¿qué movió a la gente más humilde de campo a seguirlo hasta el sacrificio final? ¿y qué lo movió a él a ir –como dice la canción- de poncho blanco en vanguardia? La primera cosa que nos dejó estupefactos cuando comenzamos a conocer al personaje es que Saravia debe ser el único de los estadistas de Uruguay que jamás ambicionó un puesto para él. De alguna manera la gente que sueña con cambiar un país quiere ser Presidente. Saravia nunca quiso, nunca deseó y nunca lo hubiese elegido”, afirmó Abella.
Indicó asimismo que “el razonamiento de Saravia era muy simple; en la ciudad ha habido grandes mejoras, hacía 30 años que había actuado José Pedro Varela. Los niños pobres de la ciudad tenían escuela y a los inmigrantes que venían se les daba un trato respetuoso y los salarios eran dignos. En el campo pasaba todo lo contrario, la peonada rural no tenía ningún derecho, los niños del campo seguían siendo analfabetos, ahí no llegaba la educación, el proyecto vareliano 30 años después. Pero fundamentalmente se reclutaba a la gente para el ejército a la fuerza, no se le pagaba a los peones, eran analfabetos y con la paga se quedaban los oficiales corruptos, se abusaba de sus mujeres, se destruían los ranchos y esa población analfabeta no tenía cómo protestar, cómo defender sus derechos”, subrayó el autor de “Aparicio Saravia – El traicionado”.
“La lógica de Saravia era muy sencilla, el campo produce la riqueza y la gente humilde del campo está abandonada, hagamos ingobernable el campo por unos años y la ciudad se va a tener que sentar a negociar. Él decía que la insurrección es el último recurso de la gente pobre”, precisó Abella, añadiendo que Saravia necesitaba una bandera política “porque si no sería un simple salteador de caminos. Y adhiere al Partido Nacional, al Partido de Leandro Gómez”.
“El problema es que el directorio del Partido Nacional se había acomodado mucho en la época. Seguía hablando de los derechos del campo pero vivían en las casonas el Prado, porque Carrasco era un pantano. Estaban acomodados y de alguna manera, aunque no les gustaba los gobiernos Colorados, porque privilegiaban la industrialización de la ciudad, ellos estaban cómodos, los precios del ganado y de los productos eran muy altos en el exterior y vivían bien, querían una tajada mayor. Seguían reclamando los derechos del campo pero desde su óptica egoísta”, analizó Gonzalo Abella.
“Saravia se tomó en serio el discurso y armó al pobrerío rural”, afirmó. “Lo que yo demuestro en el libro con documentos de época es que en el directorio del Partido Nacional cundió el pánico. No querían eso. De alguna manera en el 1897 ya se lo advierte a Saravia su hermano colorado Basilicio, en el momento en que hay una pausa en la guerra porque la lluvia impide las batallas. Aparicio se entera que su hermano Basilicio está muy cerca del campamento de él. En Europa eso se llama cuarteles de invierno, que es cuando el clima impide la guerra y los ejércitos a veces están cerca pero no pueden combatir”, explicó.
“Manda chasques a su hermano; hay un montón de cartas hermosas y en un momento Basilicio le dice a Aparicio: Hermano, decís que venís en nombre del Partido Nacional, ¿qué dirigente del Partido está contigo? Ninguno, solo Lamas, que estaba en Argentina. Esta es una calaverada que va a hacer sufrir al país. Saravia le contesta con una carta donde dice que él cree que la Patria es dignidad arriba y regocijo abajo”, precisó Gonzalo Abella, al tiempo de afirmar que “hay una dimensión ética en Saravia, una dimensión de generosidad y una dimensión de respeto por el propio enemigo”.
“Cuando estábamos buscando elementos para este libro, tropezamos con una anécdota impresionante. Había un hacendado colorado –Manduca Carbajal, servidor de Lorenzo Batlle- que había sido Coronel en la época de la guerra contra Timoteo Aparicio, 30 años antes. Carbajal estaba retirado en su estancia y se entera que un hijo de Aparicio va herido porque tuvieron que cortarle una pierna y a quien llevaban al campamento en una camilla. Hay que entender lo que era amputar una pierna en aquella época (caña, serrucho y formol) y Manduca Carbajal le dice a Aparicio que lo lleve a su casa porque acá va a tener el afecto de familia que usted no puede darle, me imagino como se siente como padre. Y Saravia confía en Mam Juquinha, como le decían. Mam Juquinha le cambia el nombre para que nadie sepa que es el hijo de Saravia, y se recupera en la estancia de un Colorado”, relató Abella.
“Esos años tuvieron otro tipo de cosas, de lealtades, no solo de traiciones. De coraje y de gente que hizo en la guerra lo más importante, que es salvar vidas. Todo eso lo tomo en el libro y le pongo Aparicio Saravia – El traicionado porque es muy fácil llenarse la boca con él y usar su imagen vaciándolo de contenidos, sobre todo vaciándolo de esa entereza ética y de ese desprendimiento con el que él habla a su hermano Colorado y le dice: Hermano, acordate que tuvimos una Patria donde la gente subía pobre al poder y bajaba pobre de él. Eso era lo que soñaba Aparicio como ética. Por eso el libro trata no solo de una traición partidista, se trata de la diferencia entre los próceres y los que usan sus imágenes, olvidándose de la grandeza que aquellos tuvieron”, reflexionó finalmente Gonzalo Abella.