Galeano
Por
Olga Silva
Se llamaba Eduardo Hughes Galeano. Nunca usó el apellido paterno. Cuando escuchamos el pensamiento de su primo Conrado, entendemos la razón. Fue de izquierda toda su vida, por tanto, de cabeza abierta y sensibilidad para el sufrimiento humano.
El mismo Conrado lo definió como un moderno juglar. Contó las viejas leyendas como lo hacían aquellos que, de castillo en castillo, modulaban viejas historias de amores y hazañas caballerescas.
Decimos que cantó porque se le escucha, su voz profunda parece una melodía. Al igual que a los juglares, no le podemos exigir rigurosidad histórica. Sus páginas nos hablan de hombres y mujeres que vivieron, amaron y sufrieron, antes, durante y después de la sangrienta conquista de América.
Su prosa poética, directa, sobria y sin adjetivaciones, nos hace sentir como nadie los dolorosos 500 años de la conquista, dominación y colonización de los pueblos amerindios. No habló en forma individual, habló de los pueblos y de algunos de sus seres excepcionales.
Usaba muy bien las palabras y lo hacía por la necesidad de decir. Escribía diciendo: “En guaraní, palabra y alma se dicen de la misma manera. Cuando se miente, se traiciona el alma. Las palabras tienen poder, pero a veces ese poder es ladrón. Comunidad e internacional, son palabras hermosas, luminosas, pero los banqueros y los fabricantes de armas, han hecho de ellas palabras de dominación, pobreza y guerra. Las asociaron para lo peor. Palabras como hombre y libertad, son usadas con fines comerciales por militares y politiqueros”. Es trabajo de los pueblos rescatar el poder de la palabra, usándola en la liberación.
En este punto, su pensamiento se une al de Paulo Freire: “Lenguaje es compartir. Aunque su creación sea en solitario, su vocación es la de encontrar a otros”, en la lectura o la audición.
“Ese sistema que usa la palabra para prostituirla, practica el des-vínculo. Mata de hambre o de aburrimiento por la homogenización” que proclama. No acepta la diversidad, que es riqueza. Impone modelos, que es pobreza cultural.
Ante esta situación del capitalismo consumista en su etapa más exacerbada, que es la que vivimos, “los pueblos deben buscar una cultura alternativa antes de que el mercado escriba el epitafio a la Democracia”.
“Los pueblos deben buscar el sentido común que es el compartir las certezas”. Nuestros ancestros sabían que la sobrevivencia dependía de juntarse para defenderse, para compartir la comida y cuidar los cachorros.
Desde hace más de un siglo, “nos domina la cultura militar; el prójimo es un competidor, es una amenaza y no una promesa”. “La violencia es la verdad que nos quieren imponer”. “El fuerte es el que se queda con el agua, la comida, el aire y la tierra. Es la ley del garrote, impuesta por la ideología dominante de Bush. Envenenan el agua, intoxican el aire, ensucian la tierra con total impunidad, apoyadas en sus arsenales y sus ejércitos”.
Para nuestro Eduardo Galeano y para la izquierda latinoamericana, la lucha seguirá con el tiempo inexorable del sentido común de los pueblos. En la primera historia de “Memorias del fuego”, el primer hombre y la primera mujer sabían que “la muerte es mentira”.
Como militante de izquierda, sentimos que la vida siempre gana. No importa la palabra mentirosa y traicionera. No triunfa el individualista soberbio. Triunfamos todos juntos. Tal como él lo percibió.