Flacas vacas
David Rabinovich
Columnista
“Los tamberos que optaron por Schreiber lo hicieron tentados por sus mejores precios” (…).
“El presidente de la Asociación Rural de San José, Andrés Camy, dijo que “el cien por ciento” de la crisis que está atravesando la lechería nacional es “responsabilidad del gobierno”. (…)
Juan Ángel Menéndez Chabay, remitente de Schreiber advirtió que “toda la lechería se está cayendo a pedazos” (1).
Después de Parmalat (por allí también pasó Matías Campiani) un grupo inversor peruano (Gloria) se hizo cargo de la empresa hasta su cierre. Cuando los “números” dejaron de reflejar sus expectativas, los capitales inversores volaron. Capitales golondrinas les llamaban cuando había, en la izquierda, cierta desconfianza hacia el capital extranjero.
Ahora que nos quedamos sin Gloria, porque sólo recibirá leche hasta fin de mes, hay 70 productores que, luego de optar por ‘los mejores precios’ y embolsar un toco de guita durante un tiempo, piden ayuda. Ayuda al Estado, al mismo que quisieron, -tantos de ellos- reducir a su mínima expresión porque siempre fueron defensores del ‘libre mercado’ y el Estado mínimo.
Reclamaban que se ‘bajara el costo del Estado’ para poder ganar más y que se ahorrara para cuando viniera la crisis. En San José hay un productor que, luego de un año particularmente bueno, compró dos apartamentos en Punta del Este y al contado. Está bien, porque tiene dos hijos. Otros compraron propiedades en la ciudad, porque literalmente no sabían qué hacer con la plata. Todos tienen familia, pero no estamos hablando de ‘productores familiares’, son empresarios capitalistas que asumieron sus riesgos e invirtieron como mejor les pareció. Si no tomaron las previsiones correspondientes para cuando el mercado les cambiara las condiciones, no fue por falta de capacidad económica. Los productores familiares, que tienen pequeños predios y mucho menos capital, son parecidos a los trabajadores por cuenta propia de la ciudad. Hay comerciantes que han prosperado y pequeños productores que salieron de la situación crítica que tuvieron y viven con cierta dignidad. Son familias trabajadoras, como la de cualquier hogar de obreros, empleados o jubilados. Somos el 80% que sólo recibe el 5% de los ingresos de la sociedad.
Recuerdo aquel no tan lejano principio de milenio, cuando la deuda agropecuaria obligaba a los chicos a liquidar sus establecimientos y a los medianos y más grandes a reclamar ‘soluciones’. Al Estado, claro.
Hoy nos enteramos que la crisis de la lechería es “cien por ciento culpa del gobierno” por no haber firmado un TLC con los EE.UU. La culpa no es la lógica perversa de los mercados; como todas las culpas de todos los males “la tienen los comunistas, Heber”. ¿Escucharon alguna vez, aquellas inefables audiciones por Continental?
Los que sostienen que “la lechería se está cayendo a pedazos” son los que levantaron antes la consigna “rentabilidad o muerte”. ¡Y hay que ver cómo viven!
Dicho todo lo anterior, las crisis son reales, cada vez más profundas, más extendidas en un mundo globalizado y cada vez más frecuentes. Quizá está próxima la hora en que podamos plantearnos un modelo de producción en armonía con la naturaleza y cuyo propósito sea satisfacer las necesidades de la gente. La ganancia y la rentabilidad no son necesariamente el único objetivo de la actividad humana.
Vacas flacas.
“La próxima administración que asumirá el 10 de julio habrá de evaluar el nivel de morosidad existente…” (2).
Me resulta curioso y un discurso coherente con el que se describe en la primera parte de la nota. ¿Realmente “la nueva administración” no sabe por dónde andan los niveles de morosidad? Yo creí que la nueva administración era continuación de la anterior y de varias administraciones anteriores. “Demasiadas”, para mi gusto.
“Al comienzo del período pasado, la morosidad de Contribución Inmobiliaria Urbana llegaba al 41%, la rural estaba en el 20%, mientras que no estaba claro el dato sobre patentes.” (3º)
Yo no sé qué se considera un nivel “normal” de morosidad. No sé si el valor de las contribuciones está adecuado al valor de las propiedades, no sé si los que deben no pueden pagar porque sus ingresos no se lo permiten, o se especula con el próximo plan de facilidades.
No entiendo por qué el dato de la morosidad en patentes “no estaba claro” al comienzo del período pasado. No entiendo porqué faltó tanta plata, para terminar esta gestión, que hubo que armar el tristemente famosos fideicomiso que hipoteca futuros recursos.
Habrá que poner entonces mucha atención a la Rendición de Cuentas que se anuncia para fines de mes. Habrá que revisar bien y explicar clarito el próximo presupuesto. Creía que veníamos de años de bonanza nacional y local. Pero ahora nos anuncian que se vienen las vacas flacas, los tiempos difíciles.
Hay que mirar poco y ver menos que un ciego, para ignorar la realidad de muchas familias. Hemos logrado empujar la pobreza a las orillas, reducirla en cifras que lucen importantes. Pero para mi sensibilidad, estamos lejos del “buen vivir” que proponen las culturas ancestrales de nuestra América. Supongo que la realidad que percibo no es muy diferente a la de otras comarcas orientales. Ni tampoco los pocos ricos, ni los muchos humildes que viven de su trabajo y menos diferentes lucen la mayoría de los que viven de la política. Es tiempo de cambios si queremos que engorden las vacas y que engorden para todos (y todas).
(1) Primera Hora lunes 22 de junio.
(2) P.H. Sábado 20 de junio. En tapa.
(3) P.H. en página 3.