Alcides Edgardo Ghiggia: Después de la gloria, corría el 196
Lic. Hugo Varela Brown
Redacción
Era una fría tarde otoñal de fines de la década de los grandes cambios, los estudiantes universitarios que competíamos en la Liga (por el viejo y querido Flores Universitario) teníamos un carné que nos autorizaba a ingresar a los encuentros de la AUF en Primera División, siendo así un sábado de tarde nos fuimos en el 169 de Cutcsa hasta el Parque Fossa, cancha anexa al Cuartel de Blandengues en la Avda. General Flores, que la usufructuaba la IASA (Institución Atlética Sud América). Como varias canchas “chicas” no se caracterizaba por estar en buenas condiciones, poco césped o pasto, algunos pozos en el área y tres o cuatro hileras de tribunas en un solo sector.
Eran los momentos difíciles de estas instituciones que siempre andaban peleando para no bajar a la “B”.
Hacía de técnico y a veces jugaba de golero el popular gallego Walter Taibo, quien integró planteles de Nacional algunos años.
Ghiggia, luego de su exitoso paso por Italia, donde llegó a integrar la Selección Azurra, retornó al Uruguay a fines de 1962. Era un individuo de muy bajo perfil, poca habla, siempre movido por la prensa por la hazaña de Maracaná, que a veces debía repetirla una y otra vez, hasta que se documentó en los libros, y en el cine.
En ese entonces tenía un terrenito en Las Piedras, pero su situación económica no le permitió finalizar su casa.
Entre los años 1963 y 1967 se reintegró en nuestro país al fútbol activo, en los planteles de Danubio F.C. con importantes y decisivas participaciones, recordándole una en el Parque Franzini contra Defensor, decisivo con dos goles motivados por la correcta habilitación de su número ocho.
A esa altura Alcides ya con 43 años de edad, pensaba en colgar los zapatos, revolviéndose más adelante con una pensión graciable que el Estado le concedió.
En esos momentos el gallego Taibo se contacta con él y le dice: “Alcides, te precisamos en la IASA, estamos peleando el descenso, venite a darnos una mano…”. Él había iniciado su carrera en las Divisiones Inferiores de Sud América, pero nunca llegó a jugar en la Primera División. Sin dudar un instante y luego de un diálogo familiar, decidió prestar sus servicios al “viejo buzón”, que a la postre fueron decisivos. El destino lo había marcado para hechos decisivos, algunos más importantes que otros.
Eran los tiempos en los que no se conocían muchas tácticas actuales: ni el doble cinco, ni los carrileros, ni jugadores por las bandas. Había cincos como el Tito, diez como Aguilera, cuatros como Edgardo González y generalmente los equipos siempre jugaban con cuatro jugadores ofensivos, con punteros abiertos. Así fue que Alcides jugó un partido decisivo en la IASA, convirtiendo un gol que muchos afirman fue algo similar al de Maracaná, sobre el arco que sigue dando a la calle General Flores, salvando del descenso a la anaranjada de vieja historia en el fútbol uruguayo.
“Ya voy para los 44 gallego, por lo que por aquí te dejo…”, expresó Alcides; “voy a seguir despuntando el vicio con los veteranos y colaborar en algunas obras sociales del barrio o dónde me requieran…”.
Después de la gloria, con el mensaje de vida para todos del Negro Obdulio y con su modestia que lo caracterizó colgó los zapatos a fines de la década del ‘60.
Los que tuvimos el privilegio de verlo jugar tanto en Danubio como en la IASA, nos nutríamos del recuerdo de Maracaná, cada vez que hacía un pique por la punta derecha. Fue también -en esos tiempos- motivo de promover la concurrencia de hinchas para poderlo observar.
De los cuarenta y cuatro jugadores que figuraban en los planteles mundialistas de Maracaná, fue el último en irse físicamente… El mismo día, con pocas horas de diferencia del momento glorioso de su gol mundialista…
Qué más da para decir, poca cosa… tan sólo dos reflexiones que se me vienen a la memoria: “verlo jugar aunque sea cuarentón, explicaba lo de Maracaná”; y la otra que expresó el “Pepe” Mujica en su velatorio: “qué puntería tuviste Alcides, el mismo día y casi a la misma hora”.
Su familia ahora intenta terminar la casa en Las Piedras, viejo anhelo del campeón… Quien dice que lo puedan hacer con la ayuda de Alcides que se ha encontrado con sus compañeros y siguen conmoviendo al mundo, desde algún lugar del “Maracaná celestial…”.