Hay que parar, barajar y dar de nuevo

David Rabinovich
Columnista

Jueves 6 de agosto. Llueve. Hay paro general, seguramente uno de los más grandes que he visto en democracia y  con un gobierno de izquierda. “Los sindicatos exigen un mayor presupuesto, mayor inversión de las empresas públicas, aumentos salariales y de jubilaciones que sintonicen con la evolución de la economía, criterios de negociación que permitan la redistribución de la riqueza, así como el no  al Acuerdo Global de Servicios (TISA).” (1).

Tengo el ánimo gris, el mismo –supongo- de tantos uruguayos y uruguayas que vimos el video captado por las cámaras de un hogar del Sirpa y presentado a la Justicia por la nueva Directora del Servicio, Gabriela Fulco. El Instituto Nacional de Derechos Humanos también presentó una denuncia penal en base a investigaciones que hizo y a esas imágenes.
Cuesta imaginar cómo tratan a esos jóvenes en lugares donde los funcionarios saben que no hay cámaras. ¡Porque supongo que sabían que los estaban filmando!
“…lo que nos dicen los trabajadores es que este es el protocolo desde hace décadas, que es reducir a los menores esposándolos». (2).
Las declaraciones de Fernando Pereira y Marcelo Abdala que junto a Joselo López integran el Secretariado del PIT-CNT, minimizan todo lo que pueden la responsabilidad de los funcionarios y de López.
“Joselo López explicó en diálogo con El Observador TV que «normalmente se actúa así» porque está contenido en el protocolo vigente, y advirtió que «la policía lo hace de forma más violenta».
«(Gabriela) Fulco -directora del Sirpa- planteó un nuevo modelo de intervención pero no lo ha puesto por escrito. La mayoría de los trabajadores que aparecen en el video son del equipo de seguridad del propio Sirpa», detalló. (3).
El sindicalismo está para defender a los trabajadores en sus derechos, no para ofrecer un amparo cuasi mafioso. Muy preocupante para el Sindicato de INAU, para la Central de Trabajadores y para la izquierda, donde dirigentes como López aparecen representando los sectores que se definen como los más puros, principistas, intransigentes y clasistas. Muy preocupante.
Sin lugar a dudas, comparto la vieja tradición de unidad de los trabajadores y su derecho incuestionable a trascender la lucha por meras reivindicaciones salariales. Comparto la necesidad de defender a la sociedad en su conjunto, reconocer que existe una inmensa mayoría que conforman los sectores subalternos de esa sociedad y una ínfima minoría, que es la elite dominante, dueña de la mayoría de los medios de producción, el sistema financiero, las comunicaciones, en resumen: el poder real.
Esos sectores subalternos, no integran las clases dominantes pero contienen en su seno funcionarios, técnicos, profesionales, artistas, deportistas, etc. que disfrutan un muy buen nivel de vida (medido por su capacidad de consumo). Pero por lo menos la mitad de la población presenta alguna necesidad básica que no puede satisfacer. Y están los más pobres dentro del sistema y los que se cayeron del sistema. Los marginados. Dentro del amplio espectro de las clases subalternas, nadie debería carecer de la capacidad de ver a su prójimo como tal. La pobreza se ve, si se mira. Y muchos no podemos convivir cómodamente con ella. De allí surge la legitimidad de una izquierda que defienda la justicia social, la equidad, la igualdad de oportunidades y los derechos humanos de todos y todas.
Pero hay una categoría que no se puede integrar ni política, ni socialmente, a la izquierda y al sindicalismo sano. La defino por su cultura: profundamente individualista, incapaz de participar de proyectos colectivos, de respetar normas de convivencia, salvo por razones de interés personal. Los antiguos textos políticos hablaban del “lumpenproletariado”.
Hay algo de eso en la sociedad culturalmente neoliberal. Siento que por parte de algunos “compañeros” se ejerce una especie de chantaje, porque la unidad de la izquierda y del movimiento sindical, son condición imprescindible para los cambios sociales de horizonte socialista. Creo que hay una terrible presión, que viene por izquierda y por derecha tensando las organizaciones, vaciándolas de gente, de participación, de debates necesarios, de ideas imprescindibles para los cambios. Los liderazgos y los personalismos son cosas diferentes.
Sí, quizá sea el momento de barajar y dar de nuevo. De ponerlo todo en discusión, de ‘mostrar el argumento’ y cada uno hacerse cargo de su propia mochila. Las sociedades avanzan en base a sus conflictos que se resuelven, algunos por acuerdos y otros por enfrentarlos.

(1) El Observador.
(2) Fernando Pereira en “No toquen nada”.
(3) Uypress.com.