Amodio

A las cuatro y media de la tarde, me encontré con “El Polaco” en su apartamento montevideano, que había sido de su madre. Era una tarde gris, húmeda (en 2013).  Su madre, Dora Díaz, fue una maestra recordada, querida,  militante comunista toda su vida. Los ambientes son grandes; los pocos muebles que lo alhajan  acentúan esa sensación. El padre de Amílcar (Polaco) Fernández, Salvador Fernández Correa, fue profesor y anarquista.

David Rabinovich
Columnista

Es fácil conversar con Amílcar. Calmo, reflexivo, tiene una veta de humor desencantado. Parece mirar las cosas y su propia vida con cierta lejanía. Quienes lo conocían, en San José, no pueden creer que fuera tupa. Seguramente al leer esta nota les costará reconocer en aquel muchacho manso a un miembro del MLN, integrante del comando de una columna guerrillera.
Las historias que nos han contando los libros –varios libros- muestran una parte de la realidad, a veces de una realidad más o menos “maquillada” y tienen el sello del relato ‘comprometido’. Este es sólo el testimonio de Amílcar “Polaco” Fernández, de Villa Rodríguez, al que un día se lo llevaron preso en Kiyú. Un testimonio que va y viene por recuerdos de hace 40 años. Es un hombre de 70 que mira aquel combatiente de 30 y sus peripecias con ojo crítico. Sin arrepentimientos ni rencores, pero su actual mirada es profundamente cuestionadora.
De aquella entrevista, que no quisieron publicar varios medios de Montevideo, tomo algunos pasajes que se refieren a Amodio. Está de moda.

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La conversación vuelve a María Elia (Topolansky) y su hermana. “Es sorprendente porque aunque son gemelas son muy distintas. Lucía -que yo no la banco políticamente- es una tronca, tal como ella se lo puso. Y María Elia, que estaba en el comando de la 15 con Amodio y Mercedes (Alicia Rey Morales, la Negra Mercedes), tuvo lío con los dos. Ahí fue que yo empecé a conocer a Amodio. Conocí a Amodio, porque había una proposición de hacer una acción; no recuerdo cual. La discutimos en el Comando. Dijimos: la gente no lo va a entender, es muy riesgosa. Decidimos comunicar a la dirección que opinábamos que no debía hacerse, que no estábamos de acuerdo. Y fui yo. A un boliche por Rivera. El que viene es el “Negro Gustavo” (Amodio Pérez). Cuando apareció: Yo le digo: “Discutimos y no vamos a hacerla”. Me contestó: “¡Cagones! Son unos cagones. Se levantó y se fue. Yo le dije: No, pará. Pero se fue. Ese era el nivel político.”
Después la flaca María Elia me contó que le hacían la vida imposible. Ahí seguí conociendo a Amodio.

A cargo de la 25. “… agarraron la (columna) 25, esa cantidad de muchachos del FER de aquella época, brillantes, -con una cuota de idealismo pelotudo -, pero brillantes gurises y pusieron a atenderla a Amodio (Héctor Amodio Pérez).  Amodio era la negación de la política. Al final la disolvieron, a la columna nuestra vinieron unos cuantos y seguimos discutiendo todo esto. Cuando hicimos un planteo, más o menos general, la dirección lo atendió pero enseguida nos dio salida. ¡Nos dio salida! Es lo que se conoce por ‘la micro’. No le dieron pelota al planteo. Nos contestó (Eleuterio) Fernández Huidobro. Hace una carta y nos dan salida. Ellos suponían que nosotros queríamos hacernos de la dirección. Ellos creían que eran problemas de poder dentro del MLN. Seguro, si una discrepancia la ponés a discusión se pueden producir cambios en la dirección. Eso es evidente”.
A los gurises del FER, unos idealistas bárbaros, es increíble lo que les hacían. Hubo tres comandos juntos, los tres clandestinos. A unos chiquilines idealistas, le ponés un tronco… Es lumpen; es lumpen en el aspecto de ser sólo él”.

Pando
“Fui a Pando trabajando en el Banco. Tenía tres horas libres, por mes, con un boleto verde. Yo estaba entre los que estábamos organizando la operación. Sabía el lugar, cómo íbamos a reunirnos, que se haría a la una de la tarde. ¿Entonces qué hice? Entrábamos a la una menos diez. Tres horas. Presenté el boleto verde y hasta las cuatro menos diez tenía cubierto. Si pasa algo, pasa algo. Me fui a Pando”.

El Polaco no cree que Pérez fuera un traidor desde el principio. ”El Polaco’ volvió y siguió trabajando como si nada. “Fuimos juntos a Pando. La podíamos haber quedado, no era tan sencillo. Pero es un tipo que cuando ve la brava, chau. Primero yo, segundo yo y tercero yo. La filosofía del lumpen que desde chiquito está peleándola. No tiene otra para sobrevivir. Cuando cae  -esta información es indirecta pero muy confiable para mí-, cuando cae en San José y Yí (todos estaban allí) y los pasaban a Punta Carretas, a él lo pasaron al segundo día. Cuando iban a empezar a cargarle el interrogatorio,  porque al principio la tortura no fue como fue con el Ejército, ahí les dice: “Qué es lo que quieren saber”. Idéntica contestación hace cuando lo agarra el ejército.  -Eso lo cuenta el Mojarra (Rodolfo) Wolf- le dijo a los milicos: ‘el que sabe es este flaquito’, por la cárcel del Pueblo”.

“A mí me interrogó, después. Estuvo en el interrogatorio. Es decir que con el Negro Amodio ‘redondeé’. En aquellos tiempos, no sé si por filosofía de las murgas o qué, queríamos mucho al barrio. Y el Bebe se la comió dos veces con él. El Bebe tenía como compañera a Setelich, Violeta Setelich. Y Amodio le robó el televisor a Violeta, y lo vendió cuando anduvo separado. Después volvió. El se hacía el proletario. ¡No me jodas, proletario!”.
“Del banco me había ido. Porque me reunía con el comando. Con Mujica, con María Elia y con Rosencof. Entonces, los tres… Rosencof también cayó legal. Pero los otros dos… María Elia tenía las dos fugas arriba. Entonces vimos que a mí me podían seguir fácilmente…”.

“…Él se fue (del MLN). Pero cuando volvió lo pusieron otra vez en la dirección. El tema central, político mío es que las victorias hay que analizarlas y las derrotas también. En el penal pasé bastante mal por esa visión me decían “balde negro”. Porque yo decía esto es una derrota pero si no la analizás no aprendiste nada. Hoy en día vos lo analizás y te das cuenta que en estos aspectos nadie se hizo una crítica profunda”.