“…Parece mentira las cosas que veo…”

William Quinteros
Columnista

No faltaron lo que me reprocharon mis opiniones, por el solo hecho de que no estoy en el país, (hace tres meses que lo dejé y ya estoy volviendo). No tengo palabras para agradecer a ECOS REGIONALES  la posibilidad que me ha brindado de estar por ahí, en el pueblo y en el barrio. Algún día me voy hacer un tiempo para compartir con ustedes los dilemas, problemas y beneficios (porque los hay) del exilio.
Quiero dejar claro, que es más que suficiente con que nos nieguen el derecho a votar a quienes no vivimos en el país, pero quitarnos el derecho de opinar, va más allá de lo aceptable.
Hoy me golpea, como a cualquier uruguayo la dramática situación que se vive en la enseñanza y también en la salud. Dos pilares de la estructura social, que junto a la vivienda y el trabajo, nos dan los índices de la calidad de vida que tenemos. Un querido compañero, con el que discutimos y compartimos preocupaciones, me recordó ciertas cifras que es bueno que las ponga sobre la mesa. Me dice este compañero que el 32,7% de los niño/as menores de tres años viven en la pobreza y que medio millón de trabajadores están ganando menos de 15.000 pesos mensuales, (la canasta familiar anda por los 42.000 pesos).  Para ser sincero, debo reconocer que estos datos me golpearon en el rostro, ¿Por qué?, no fue porque estoy lejos del país, sino porque recuerdo cuando los niños “comían pasto”, y Montevideo era una ciudad oscura y sin vida, con locales tapiados, con bares y restaurantes vacíos. Con profesionales que recibían sus salarios en bonos de alimentación.  No sé cuántos recordaran esto, pues la memoria es selectiva, pero salían del país un promedio de 50 uruguayos por día. Las colas para conseguir el pasaporte eran interminables. Quizás ese recuerdo me hizo olvidar estas cifras, por cierto dramáticas.
También el hecho de que hoy la central de trabajadores agrupe a más de 400.000 afiliados, me dio la idea de que veníamos mejorando. Pero los últimos acontecimientos parecen indicar que no es así, que hoy estamos peor que nunca.
No estoy en el país (hoy) pero hice toda la campaña electoral, incluso las departamentales y recuerdo muy bien los discursos del presidente y del vice presidente, en todos ellos, pusieron de manifiesto lo mucho que queda por hacer a pesar de lo mucho que se venía haciendo, en materia de vivienda, en materia de la reforma de la salud, en el mejoramiento de las instalaciones escolares. En todos los discursos quedaba claro el compromiso en seguir avanzando en ese mismo sentido.
Estoy escribiendo a pocas horas que venzan los plazos relacionados con el presupuesto nacional y para hacer efectivas las medidas de esencialidad. He releído el proyecto presupuestal, donde se destacan los 45 millones de dólares para el Sistema de Cuidados especiales. La enseñanza no ha quedado abandonada ni soslayada, basta leer el proyecto, que esto no cumpla con las ambiciones de los maestros y profesores no significa que el gobierno elegido hace menos de un año, haya cambiado sus promesas electorales. No, simplemente que de forma responsable ha tratado seguir en el camino trazado de usar, los recursos disponibles de forma responsable. Estamos enfrentado a una coyuntura bastante distinta a la de hace un año atrás, pero peor aún son los pronósticos, según nos vamos enterando del estancamiento de las principales economías de las cuales dependemos.
Por eso es que los reclamos de los sindicatos de la enseñanza no me parecieron en primer término fuera de lugar, es natural que se luche por mejoras salariales, pero este conflicto derivó hacia otros rumbos: se politizó, transformándose en una protesta contra la política económica del gobierno y se agravó con la amenaza de esencialidad decretada por el poder ejecutivo.
Decir que el gobierno, que fue el creador e impulsor del Plan Ceibal, desatienda la educación me parece una contradicción en si misma. Comparar este gobierno con los de la época de plomo, demuestra ignorancia histórica y mala intención que en nada ayuda al país.
No estoy en contra de las mejoras salariales ni de los derechos sindicales, solo hablo y opino desde la situación de medio millón de asalariados que no reciben ni siquiera 15.000 pesos mensuales y de los niño/as que reciben quizás como única comida la que se le ofrece en la escuela. Esto me lleva a reclamar lo que fue base fundamental del movimiento obrero desde el lejano Congreso del Pueblo: Solidaridad.
Solidaridad para crecer juntos en bienestar y calidad de vida.

LEYENDA A ALGUNA IMAGEN

“… los reclamos de los sindicatos de la enseñanza no me parecieron en primer término fuera de lugar, es natural que se luche por mejoras salariales”

Trinidad
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