La Educación
William Quinteros
Columnista
La memoria en política es una aliada y una enemiga, pero no es porque la memoria tenga esas propiedades ambivalentes, sino, que es desde dónde, desde cual posición, recurrimos a ella. Lo que algunos quisieran olvidar, para otros se trata de invalorables recursos. Por eso hoy quiero hacer presente lo que vivimos cuando Mujica comienza a buscar personas para ocupar los ministerios. Más concretamente, fue a la hora de nombrar Ministro de Educación, en que surgió el nombre de quien había estado en el Ministerio de Agricultura y pesca y hoy Senador el compañero Agassi. Este compañero hizo una muy buena gestión en el Ministerio de Agricultura y Pesca, porque además de su espíritu de trabajo, es reconocida su capacidad técnica en la materia y su honradez. Cosa que quedó muy de manifiesto cuando le ofrecieron hacerse cargo del Ministerio de Educación y Cultura. Dando muestra de su integridad política y calidad humana excepcional, no aceptó, porque como el mismo lo manifestara “yo de eso no se nada”.
No voy a entrar en detalles sobre quien fue designado y cómo fue su gestión. Lo que trato de ver y entender es qué lugar ocupa en realidad, la educación en el ámbito ministerial. Los nombramientos que hizo el actual presidente, “levantaron polvareda”. Algunos estaban “cantados” como el Ministro del Interior, que venía haciendo una buena gestión, pero al llegar a cancillería la cosa se complicó, y mucho, pues había muchos elementos controversiales, que cuestionaban de fondo el nombramiento hecho por el presidente Vázquez. Cuando llegamos a Educación y Cultura la única manera de entenderlo es como una provocación por parte del Presidente, que con su actitud parece decir “yo nombro al que se me antoja”. Mal, y mal empezamos cuando esta señora recién designada cuestiona el emprendimiento del señor Mujica en relación a la escuela que fundara en sus predios. Dando muestra de no estar bien informada y actuar de forma petulante, dejó desconcertado a todo el país. Los uruguayos con su gran capacidad de aguante, decidieron tomarlo como una de las tantas excentricidades, de quien, ya al frente de otra cartera en gobierno anterior, nos tuviera acostumbrados.
Los conflictos gremiales en la enseñanza son por el momento harina de otro costal. Nosotros ciudadanos de a pie, apostamos a que la Ministra, a la cual no le reconocíamos ninguna competencia para el cargo, haciendo uso de buen criterio se rodeara de gente competente en la materia, pues la enseñanza está pasando por un momento difícil, tanto en lo que tiene que ver con infraestructura como en lo organizativo. El tema fundamental es qué sistema de enseñanza, qué filosofía educacional, vamos a estructurar en función del país, de la sociedad que deseamos. Tenemos que partir de las necesidades actuales y de los recursos disponibles. Esto no puede hacernos olvidar que somos parte de un contexto mundial, donde la dinámica de los avances tecnológicos y científicos nos presenta desafíos a la hora de actualizarnos.
Los cambios o actualizaciones en materia de educación necesitan de mucho tiempo para ser evaluados, en algunos casos hablamos de generaciones. No se trata de cambiar los planes de estudios, poniendo o sacando asignaturas, poniendo o quitando horas. Como ejemplo, me animaría a decir que la reforma valeriana la pudimos apreciar con la consolidación del Batllismo. El cambio paradigmático que significó la laicidad, gratuidad y obligatoriedad, quedó de manifiesto después de 1905, al finalizar las grandes guerras civiles.
De la misma forma, quizás sea posible afirmar, que los objetivos de la reforma valeriana fueron perdiendo su fuerza original con el desarrollo capitalista del Uruguay moderno. Si bien la obligatoriedad, laicidad y gratuidad son principios irrenunciables la enseñanza fue puesta en la mira, por las administraciones autoritarias de fines de 1960 que reaccionaban ante el carácter contestatario y oposicional. Recordemos las reiteradas “intervenciones” en la enseñanza de aquellos años.
El “retorno a la democracia” como se celebra actualmente dio cabida para algunos cambios, especialmente para quitar los absurdos impuestos por la dictadura, como también retocar los planes de estudios. Lamentablemente las mejoras económicas para la enseñanza marcharon a un paso mucho más cansino, llegando en algunos momentos de nuestra historia reciente, a ser invisibles.
El Frente Amplio llegó al gobierno con la ilusión de lograr cambios fundamentales en la sociedad y por ende también en la educación. Grandes expectativas se forjaron en quienes trabajaban y trabajan en el sector educacional. Es justo reconocer las mejoras innegables que se lograron en estos años, pero pese a ello y paralelamente a ello, creció el descontento y la conflictividad. Algunos pueden ver en esto solo razones económicas, como las muy actuales asignaciones presupuestales y no dejan de tener algo de razón, pero lo que fundamentalmente falta es una respuesta clara, contundente y comprometedora para la pregunta: ¿PARA QUÉ PAÍS, PARA QUÉ SOCIEDAD EDUCAMOS? José Pedro Varela partía de ciertas premisas sobre la sociedad que deseaba, para dar forma a su idea de escuela. Nosotros aún navegamos en un mar de incertidumbres. Las últimas afirmaciones de la Ministra nos dan escalofríos, al comprobar la lejanía de su pensamiento con lo que ha sido nuestra tradición en materia educativa.
A mí no me importa el 6% para la educación, a mí me importa para que ese 6%, como se va usar. Los recursos asignados siempre van a estar relacionado con las posibilidades económicas del país y también de forma fundamental, por las prioridades determinadas por los encargados de distribuir los medios disponibles. Creo que necesitamos mucha seriedad al tratar el tema de la educación, que es como decía, un tema de muy largos plazos, pero lo que si la Ministra debe saber, y también el Presidente, es que en este tema TODOS SOMOS IMPRESCINDIBLES.