Con los hechos consumados, aprender la lección

La información que se incluyó al cierre de la pasada edición, respecto a los destrozos que se realizaron en varios espacios públicos por personas que no han sido identificadas, nos entristece pero a la vez nos rebela el pensar que haya seres que pueden cometer hechos tan descabellados.

Difícil, muy difícil, diríamos que imposible es imaginarse qué es lo que sienten esos individuos al momento de efectuar tales atropellos, porque ya no se trata de intentar agredir a un semejante o procurar manifestar rechazo hacia un gobierno instalado, sino que estamos frente a una agresión a toda la sociedad.
¿Qué tipo de resultados quieren lograrse incendiando quinchos, destrozando bancos de los parrilleros y el tejido del polideportivo del Parque Centenario?
¿Cuál es el objetivo que se persigue con la incalificable acción cometida en Plaza Flores, inutilizando la bomba y filtros de la fuente de agua?
¿Qué tipo de réditos pretende lograrse rompiendo los cuatro recipientes para residuos, que aún quedaban sanos en la ciclovía que une a la ciudad de Trinidad con la Reserva de Flora y Fauna?
Eso es una agresión a la sociedad entera y no un atentado contra alguien en particular. Porque se trata de destrozos cometidos en espacios que disfruta toda la población especialmente en esta época del año, en un departamento que no tiene playas pero se enorgullece de sus riquezas naturales.
Ahí, en esos espacios que acababan de remodelarse en este último tiempo, coincidiendo con la llegada de la estación estival, están invertidos por la administración de gobierno los recursos que todos los vecinos de Flores aportamos para posibilitar la gestión en todas las áreas del quehacer local.
Por eso, y porque pretendemos que este departamento siga siendo un referente en la presentación de sus riquezas naturales y patrimoniales –como lo reconocen quienes nos visitan desde otros lugares-, es que nos indigna y nos rebelan estas cosas que son propias de mentes enfermas, marcadas por un desprecio a todo, que no tiene lugar en ninguna sociedad.
Un colega al comentar los episodios dijo que quienes cometieron esos atropellos deberían ser obligados a reparar lo que hicieron. Esa sería una buena lección, naturalmente, más allá de la decisión que adopte la Justicia en caso de ser identificados los individuos responsables de esos hechos vandálicos.
Con la rabia que implica admitir que los destrozos ya están consumados, no queda otra cosa que asumir la realidad, pero con el compromiso de adoptar medidas que aseguren que esas agresiones contra la sociedad no se cometan más. Eso implica prevenir nuevos hechos de esta especie con una mayor vigilancia, porque es difícil pensar que una sola persona pueda atender debidamente en horas de la noche la cantidad de hectáreas y bienes que posee el Parque Centenario.
Sabemos que esto no se arregla solo con eso, porque además fueron afectados otros paseos públicos, y en eso la responsabilidad también recae en la institución encargada del orden público, que debería conocer cuáles son los principales focos de riesgo, teniendo en cuenta no es la primera vez que estos atropellos se cometen en esos espacios libres.
También nosotros, como vecinos, tendremos que estar atentos, no solo para tratar de evitar, sino para denunciar en caso de ser testigos de estos desgraciados sucesos que atentan contra la comunidad en general.

Trinidad
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