“Gobierno de facto” dicen; y nada más”

Mirtana López

Columnista

Este 30 de noviembre sumó un hecho más a la significación habitual de la fecha para los uruguayos que ya teníamos conciencia en 1980. Junto al nuestro, que fue el Plebiscito por el No a la dictadura, este nuevo relato proviene de la otra orilla del Río de la Plata y se origina en la muy lejana provincia de Tucumán.
`Abuelas de Plaza de Mayo´ vuelve a dar la noticia de la aparición de otro “Nieto”. Como sabemos, esta organización se conduce con mucho respeto por todos los derechos, sentimientos y relaciones familiares que puedan sentirse lesionadas por sus pesquisas hacia el pasado reciente. Cuando resuelven dar la noticia es porque, en su trabajo colectivo, han confirmado absolutamente la identidad de la persona que perderá su anonimato; con ella, sus familiares. Junto a Estella de Carlotto, esta vez, apareció un hombre gordito, pelado, morocho y muy sonriente. Mario Bravo, según su nombre de adopción, es el nieto 119.

Relató, con gran predisposición al diálogo, por qué había comenzado la indagatoria: “Por la inquietud de saber quién soy, pero sobre todo por mi señora y mis hijos. Por temor a no saber qué ofrecerles cuando preguntaran por mi historia, por tener datos necesarios en caso de que hubiera un problema de salud. Sabía que no era hijo de mis padres de crianza y de a poco fui atando cabos: algunas personas, algunos dichos. Hasta que dije “es probable que venga de acá”. Tomé coraje e hice el primer contacto con Abuelas, a principios de este año. Tuve una entrevista, después tres más hasta que me llamaron para hacerme un análisis de ADN”.

-¿Sabías de la búsqueda de Abuelas por los bebés apropiados por el terrorismo de Estado, en dictadura?
–“Sí, sí. Sabía, lo aprendí en la escuela. Empecé a estudiar la carrera de medicina, pero en el 94 tuve que volver porque mi padre de crianza falleció y quedó mi mamá de crianza sola. En la universidad conocí la militancia, el centro de estudiantes, empecé a leer. En el pueblo es más difícil de conocer aquello: “gobierno de facto” dicen y nada más”.

Estas dos respuestas nos hacen el índice de su recorrido personal. Pero, a su vez, nos trasmiten por qué su madre biológica prefiere permanecer en el anonimato. Recién en el año 2004 estableció un primer contacto con organizaciones de búsqueda: La mujer “vivió atemorizada por el martirio que le tocó” y pasaron décadas hasta que se animó a compartir la búsqueda de ese hijo al que “imaginó como un varón”. En 2004 se acercó a la Secretaría de Derechos Humanos tucumana; en 2006 a la nacional y un año más tarde, Conadi mediante, dejó una muestra de su sangre en el Banco Nacional de Datos Genéticos. Ocho años más tarde, su hijo haría lo mismo. (Pág 12- A. Bullentini.)
Casi 30 años demoró esta madre en intentar el reencuentro con su hijo. Pero ahora, a los cuarenta años, en plena democracia, todavía opta por mantener su anonimato, su silencio, su inexistencia pública. ¿Qué nivel de sufrimiento y de destrozo personal ha transitado esta mujer? Sabemos que estuvo 2 años presa, que fue entonces que tuvo este hijo y deducimos que seguramente fue producto de una violación.
Eran los años 1975-76. Tiempos en los que Antonio Domingo Bussi comenzó a actuar con todo su `convencimiento´.

“La carrera represiva de Bussi comenzó en 1975 al ser ascendido a general de brigada, y puesto al frente de la X Brigada de Infantería de la ciudad de Buenos Aires. En diciembre de ese año lo destinaron a comandar el Operativo Independencia. Ya en Tucumán, Bussi trasladó el centro clandestino de detención instalado en Famaillá al Ingenio Nueva Baviera. Tras el Golpe del 24 de marzo de 1976, fue nombrado, el 22 de abril, gobernador de la provincia y, según un informe de la Comisión Bicameral Investigadora de las violaciones de los Derechos Humanos en la provincia de Tucumán, su gestión fue calificada como «un vasto aparato represivo, que orienta su verdadero accionar a arrasar con las dirigencias sindicales, políticas y estudiantiles.
Como gobernador de facto, expulsó a los cerros catamarqueños a todos los mendigos que se encontraban en las calles de San Miguel de Tucumán en junio de 1977, ante la visita del dictador Jorge Rafael Videla para inaugurar la autopista norte de la ciudad.” (Ver relato de Tomás Eloy Martínez).

En 1995 fue el único genocida electo Gobernador por el voto popular. Sin embargo, cuando se supo que también era ladrón, gracias a la investigación de su cuenta en Suiza por el Juez Garzón, el pueblo lo abandonó.
Imposible no reflexionar sobre el editorial de La Nación del lunes siguiente a estas últimas elecciones argentinas en el que se equiparaba la lucha de los organismos de derechos humanos por memoria, verdad y justicia con un proceso vengativo. De ahí que Estela de Carlotto dijera: “Mientras desde algunos medios de comunicación y algunos sectores políticos y judiciales se intenta imponer la idea de la reconciliación, se evidencia una vez más la necesidad de seguir investigando”, porque “aún hay desaparecidos con vida y graves delitos por juzgar”.
Cuarenta años. La idea de la reconciliación tiene que ser posterior a la investigación. En Argentina y en Tucumán. En Uruguay y en Flores.

Trinidad
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