¿Aquí no pasa nada…?
En la edición pasada, conjuntamente con la información vinculada específicamente al Festival Tropical, nos referimos a los episodios de violencia que se registraron en el marco de ese evento. Las actuaciones policiales y judiciales determinaron posteriormente que un menor fuera sancionado por uno de esos actos violentos, aunque el parte oficial indicó que casi treinta personas participaron en otro de los disturbios ocurridos ese fin de semana.
Pero lo que procuramos señalar en la crónica es que esos hechos se llevaron a cabo con una saña que pocas veces se había registrado antes, porque ha llevado a los protagonistas de las peleas a utilizar armas y otro tipo de elementos capaces de quitar la vida a otro individuo.
Lo ocurrido una semana antes en el Festival Tropical de Durazno debió ser una advertencia; los medios locales informaron que decenas de personas protagonizaron una trifulca de grandes dimensiones, creando zozobras en la propia Policía que debió reconstruir el orden luego de sufrir las consecuencias de esa violencia.
Nada más que preocupación deben causar esos sucesos. Mucho más inquietud en una ciudad como la nuestra donde –al menos hasta hace poco- era un “oasis” por su seguridad, donde no había violaciones de domicilio, las rapiñas eran contadas y los habitantes hasta miraban con temor las noticias de hechos de sangre que ocurren en la zona metropolitana, y que a diario informa la prensa con amplios detalles.
Por si fuera poco se ha dado la novedad del asalto a seis Unidades Militares con intenciones de robar armamento, logran los delincuentes ese objetivo en el primer atraco al Batallón Florida.
Tampoco quedó afuera Flores en la agenda de esos hechos de violencia, como si acaso estemos frente al efecto contagio, donde generalmente se copia lo malo por encima de lo bueno.
Todos estos sucesos descalificadores preceden a las festividades populares que marca el almanaque para este tiempo, donde la gente se moviliza en la región estimulada por un sentimiento muy arraigado, como es la cultura del carnaval, que sería una pena se vea marchitado por el temor a que sigan ocurriendo estos desmanes. Porque en definitiva esos episodios impactan en toda la sociedad.
Sería quizá necesario un análisis sociológico para establecer las causas de estos reiterados actos violentos, pero lo cierto es que en estas últimas semanas las sensaciones de la comunidad no son las mismas que antes.
¿Qué está pasando?, es la pregunta que se hacen muchos una y otra vez. ¿Esto se soluciona poniendo más policías en la calle, más móviles y más guardias en los cuarteles?
Somos conscientes del papel de la prensa en todo esto; las circunstancias hoy son propicias para estimular el morbo de la sociedad con la ayuda del sensacionalismo para “vender” más, con lo cual crear un estado de ánimo que afecta la armónica convivencia. Nada de eso nos anima, pero sí corresponde advertir lo que está pasando, sin que ello signifique pensar que las autoridades competentes no estén igualmente preocupadas por los hechos de violencia ocurridos últimamente.
Es un tema delicado, complejo, sensible y como tal debe encararse, pero ya sin pensar en aquello de, aquí no pasa nada dejemos el agua correr…