Cuando la memoria es una aliada

William Quinteros

Columnista

La memoria parece ser la mayor carencia de la política uruguaya, más allá, de la elegante “crónica” de “Julio María, el memorioso”, donde un desfile de celebridades se unen para gloria del Partido Colorado protagonizado con la actuación estelar del “memorioso” (a propósito de memoria, ¿existió o no existió la orden para la “operación zanahoria”?).
Pero no es a eso que voy a referirme, sino que para evitar trampas de la memoria, estoy releyendo un artículo del 28 de febrero de 1992, aparecido en BRECHA, (dejo el nombre del autor para el final) quizás por el simple hecho de que este caluroso mes siempre se trae algo “bajo el poncho” como aquel “Febrero Amargo”. Ahora es lo de ANCAP.
La comisión investigadora tiene como único cometido el detectar y denunciar irregularidades delictivas, quebranto de normas y reglas, pero no la de opinar y tomar resoluciones sobre la gestión del ente. Las intenciones políticas que animaron este show tienen colores diferentes y las consecuencias son aun imprevisibles, aunque el perjudicado al final sea el ENTE y por ende el patrimonio nacional. La mala gestión aducida y el colosal déficit dieron pie para que aparecieran como en 1992 las intenciones de privatizar, aunque de manera solapada, vuelve al tapete la idea de que mejor manos privadas para administrar que el Estado.
Escribe el cronista: “el 30 de diciembre, Lacalle y sus ministros vivieron una jornada agotadora. Cruzaron el Rubicon en muchos sentidos. No solo aprobaron los decretos sobre generalización del IVA, que convulsionaron al sector agropecuario; también se reglamentaron las privatizaciones de PLUNA y de ANTEL y se creó una Oficina Nacional de Telecomunicaciones”. Esto un día antes de fin de año y en medio del calor veraniego, no despertó interés en la prensa. El decreto fue publicado recién el 4 de febrero en el diario oficial, que parece nadie leyó. El objetivo de aquel decreto apuntaba a la empresa más floreciente del momento, (lo sigue siendo hoy) ANTEL. La presidenta (entonces) de ANTEL, Rosario Mederos, fue muy explícita a la hora de fijar el precio del ente: “ANTEL vale lo que diga el mercado”. No voy a profundizar sobre el caso, pero recomiendo encarecidamente la nota de Samuel Blixen, en la página 7 del BRECHA del 28 de febrero de 1992.
Este 17 de febrero volveremos al ruedo con lo de ANCAP, y lo que desearía oír sería un debate sobre el valor real de ANCAP en relación a la política económica del gobierno, así como una evaluación sobre las inversiones hechas y sus consecuencias en el mediano y largo plazo. Las inversiones hechas en ANCAP dejaron al ente en condiciones de seguir operando, muy distinto fue lo de AFE, que por falta de inversiones se llegó a su desmantelamiento.
Es una falsa dicotomía la que se trata de presentar entre lo privado y lo público, la verdadera contradicción está entre el bienestar de la población y los intereses desmedidos de lucrar a sus expensas. Cuando la situación se hace extrema, como en el caso de crisis en los bancos privados, siempre se reclama la intervención del Estado para salvar la situación.
Hasta ahora lo que nos ha dejado el caso ANCAP, fue el olor nauseabundo de mezquindad, de intereses y ambiciones personales y partidarias que no dudan en mancillar y tratar de destruir a seres humanos, con el único motivo de posicionarse a sí mismo.

Trinidad
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