¿Cómo entender el paro?
La central obrera uruguaya realizó un balance positivo del paro general de 24 horas que convocó para el día de ayer, estimando que cerca de un millón de trabajadores adhirieron al llamado a la paralización de tareas, en una actitud que, según lo evalúa el PIT-CNT, no tiene antecedentes en estos años de gobierno frenteamplista.
En lo local el paro tuvo alta adhesión, quizá como nunca. El solo hecho de observar calles prácticamente vacías de gente, fue un indicador significativo a la hora de evaluar, por ejemplo, la repercusión que el paro general tuvo a nivel de la enseñanza, tanto de Primaria como de Secundaria. A eso se agregó la paralización del sistema financiero, en Bancos y en otras instituciones financieras, lo que contribuyó a que la ciudad se viera diferente en materia de movimiento ciudadano en los lugares donde habitualmente se registra mayor concentración de personas.
Esta realidad está indicando algo que el gobierno tiene que tener en cuenta, en cuanto a la necesidad de salir del “cascarón” para comenzar a escuchar con orejas más grandes la voz de los que forman parte de la palanca fundamental del desarrollo del país.
La organización sindical uruguaya ha reconocido los avances que se han producido en nuestro país en los últimos años, y eso sirve de base para comenzar a entender el alcance del paro registrado en la víspera. En efecto, el gobierno en primer lugar ha expresado que quedan muchas cosas por hacer todavía, y los trabajadores proponen la necesidad de debatir con apertura de qué manera deben llevarse a cabo los proyectos del futuro para que, por ejemplo, los salarios de los obreros uruguayos no comiencen a perder su valor frente a los imponderables de la hora.
El país atraviesa, como la región y el mundo, una situación que no es la más favorable desde el punto de vista de la economía, pero ese escenario no debe significar un caldo de cultivo para que el gran capital vuelva a asumir el rol protagónico que tuvo cuando los salarios eran fijados unilateralmente, cuando no había posibilidades de obtener mejoras consensuadas, porque sencillamente no había diálogo.
Ahora que existe la posibilidad de negociar, de conversar, de discutir a partir de diferentes puntos de vista, la clase obrera tiene derecho a plantear sus propuestas al gobierno, para ser consideradas con la misma apertura de hace diez años, mucho más cuando se trata de navegar en aguas agitadas por un viento que ya no es de “cola”.
Los trabajadores han sido a lo largo de la historia los más castigados, los que primero sufren las crisis trasuntadas en la pérdida de empleos, como está sucediendo ahora. Por eso se plantea con sensatez la necesidad de reactivar con más energía la obra pública, con la cual potenciar el trabajo y de esa manera sostener los niveles de empleo que el país exhibió en la última década.
La inversión pública ha sido en el Uruguay la gran motivadora del desarrollo, y en esa dirección deben estar puestos los mayores esfuerzos del gobierno. De la misma forma que debe alentar las inversiones privadas que generalmente provienen del exterior, pero en este caso exigiendo el cumplimiento de las mismas políticas que se aplican con rigor a la empresa uruguaya ya instalada, que por cierto no recibe los beneficios que se hace acreedor el capital extranjero.
Más que nunca es necesario el diálogo para buscar las mejores soluciones y así evitar los conflictos, que en definitiva son los que menos aportan al colectivo social.
Por ahí tal vez algunos comienzan a entender por qué se movilizan los trabajadores.