“Hola… Parada 53 a sus órdenes…!”
ESTAMPAS DE MI CIUDAD
Lic. Hugo Varela Brown
Redacción
Si algo era fácilmente reconocible en esos tiempos, era la voz del Cacho González, que oficiaba de telefonista nocturno en la Parada, estando junto a él pero en el correr del día José Domínguez y Tellechea.
“Buenas noches señora, Parada 53 le habla, espere que tomo nota. Calle Ansina… destino Hospital. De acuerdo, se lo mando en cuanto retorne desde el Barrio Hipódromo. Que pase usted bien!!”.
Nuestra emblemática Plaza Constitución ha sido, y continúa siendo, testigo fiel y protagonista de los más innumerables hechos que han quedado en la mejor historia de nuestro Flores. De esta forma, hace más de cincuenta años se encontraban en dicho espacio público las clásicas paradas de taxis, números 53, 150 y 450, respectivamente. Razones de espacio nos hacen priorizar -por cercanía- el recuerdo de una de ellas ubicada en la esquina actual de Luis A. de Herrera y Ssma. Trinidad, frente a la Jefatura de Policía.
Era Trinidad una ciudad sin transporte colectivo urbano, a no ser los ómnibus de Gazzo que iban hacia el Estadio, o al Cementerio en días puntuales, manteniéndose las líneas a Ismael Cortinas y a Durazno, cuando ya se había eliminado el histórico tren de AFE hacia esta ciudad.
También funcionaba el correo rural que era de explotación privada a determinados lugares del departamento, pintoresco paisaje digno de haberlo usufructuado y vivido. Con esta puesta a punto, es el momento de dedicarnos al motivo central de nuestra Estampa de hoy: Los Taxis de la Parada 53 de Plaza Constitución.
Al principio “la parada” era sólo una especie de caja o cajón de madera, donde se encontraba el teléfono, y el taxista dentro de su coche, pero con el correr del tiempo se hicieron cabinas más confortables y espaciosas de madera y vidrio, donde estaba el teléfono, una radio, un primus, un banco, mesa y libreta.
Los telefonistas estaban la mayor parte del día en dicha construcción que dejaba ver claramente el letrero “Parada 53” con letras verdes y negras. La particularidad de dicha parada consistía en que era la que tenía más variedad de modelos de autos: Un gasolero diesel, un chevette viejo color verde y tres automóviles marca Rambler, que junto a los Opel habían sido importados para los taxistas.
Se encontraban instalados en la legendaria y tradicional Parada 53 los siguientes coterráneos taxistas, vecinos conocidos por la función que cumplían: Aurelio Montalbán (bigote negro, lentes de sol, pañuelo al cuello, buena presencia), Juan “Coco” Montaño (estatura baja, bigotes espesos, buen conversador), quien conducía el auto a gasoil marca Chrisyler; José Torres (alto, delgado, introvertido, el tercer bigote de la Parada), con el viejo Chevette verde que a veces había que darle algún empujoncito en el arranque. Estaba también el descendiente de italianos Guiseppe Del Pup, hombre fornido, con verborragia entremezclada entre italiano y español, fumador clásico. La lista la continuaba don José Carrato, por todos nosotros conocido, y en la primera etapa Hugo Amy, pues luego se fue con su hermano Julio hacia la Parada 450, frente al Beyruti.
Para los viajes a zonas rurales el gasolero era ideal y entre zanjas y huellas de carros se llegaba a destino, en los alejados y solitarios hogares en la inmensidad de los grandes latifundios. Dentro de las anécdotas que iban pasando de boca en boca, se comentaba que en una oportunidad un pasajero que venía desde Paso Hondo, allá por la Estancia de los Irazábal, no tenía cambio y le dio 500 pesos de los verdes a Hugo Amy, en el horario de la siesta, donde todos cerraban. El taxista para no quedarse sin el cobro, partió el billete a la mitad y le dio la otra mitad al cliente, que iba para la Caja de Jubilaciones, y le dijo: “Cuando encuentre cambio don Del Pup los unimos otra vez…”, pero como nunca se pudo comprobar el hecho, quedó en la mejor de las anécdotas.
Otro hecho que se comentaba era que funcionaba mucho el “ojímetro”, que vendría a ser el reloj marcador, sobre todo cuando los viajes eran hacia casas ubicadas en zonas rurales. Se cobraba a “ojo”, y algunos clientes ya conocían –según dicen- a quienes se le iba la mano y cuál era el más barato.
Muy poca gente -casi nadie- tenía teléfono en su casa, por lo que se iba generalmente a los almacenes de barrio a cualquier hora cuando había una urgencia que necesitaba taxímetro.
En tiempos de lluvia, viajes al hospital, al cementerio, al estadio, en fiestas de carnaval, cuando llegaban los ciclistas de la Vuelta, en las grandes kermeses rurales, en épocas de elecciones, eran los momentos de mayor actividad de la Parada 53.
Al terminar estas nostálgicas líneas porongueras, no quiero dejar de lado a los Taberne, los Soba, los Vila y algún otro que se me escapa a la memoria, que participaban de las tradicionales Paradas de Plaza Constitución.
Un hecho importante; siempre había un taxi de guardia en horario nocturno, esto para que vayan pensando qué hacer los ediles que tienen a estudio este tema en la época actual, pues al parecer, de noche los taxistas de hoy no atienden el teléfono.
“Hola Parada 53”, quedó retumbando en nuestra evocación ciudadana, cuando la banda popular aún desarrollaba sus conciertos en la Plaza y la retreta estaba en pleno auge los días domingos.
Nuestro recuerdo a viejos tiempos de los Rambler y los Opel mechados a otras marcas de corte popular… que el letrista no se olvide de los taxis de la Plaza!!!