Cacerolas al uso

Mirtana López

Columnista

Los uruguayos pisamos terreno firme desde que salimos de la dictadura. Participamos, observamos y comentamos las escaramuzas, las discusiones sobre política, sociedad, medidas económicas, que se dan en nuestro ámbito cercano o a nivel nacional porque es la sal de nuestra vida cotidiana. Sin embargo, el miércoles 5 de octubre fue un día en el que el terreno firme que pisamos, pareció moverse.
Símbolo o detonador de ese `cambio de ambiente´, en lo personal, fue un comentario realizado en la tarde por un periodista de “Suena Tremendo” en Radio El Espectador. Su afirmación fue bastante temeraria y preocupante. Enumeró los casos de inseguridad que se han dado en estos días, tiroteos entre hinchas de fútbol en Santa Lucía, muertes y robos; hizo un detenido relato de la ‘caceroleada’ en Carrasco y Pocitos por la muerte de Prati, reprodujo las argumentaciones legales o leguleyas de Bordaberry como fundamento de la solicitud de renuncia del Ministro de Interior o el impresionante proyecto de pedido de disolución de las Cámaras con llamado a elecciones parlamentarias anticipadas. Para cerrar el punto tratado en esa parte del programa el periodista dijo: Si seguimos así, en lugar de a noviembre de 2019 vamos a ir a parar al 27 de junio de 1973. La cita es de memoria.

La “indignada reacción” de Bordaberry ante las declaraciones del Ministro del Interior parece, por lo menos, desmesurada. Bonomi declaró sobre el caso sin nombrarlo: “Me llaman la atención robos chicos en que terminan pegándole un tiro en la cabeza a alguien. ¿En qué cabeza pasa eso? En esa situación parece que no conviene la resistencia”. “Yo no me animo a decirle a nadie que se desarme si sabe tirar, pero si no sabe, es mejor que no se enfrenten”, agregó después.
La reacción de no acrecentar el lío, de no responder con violencia a la violencia, pero, sobre todo, de no enfrentar sólo en base a indignación a un delincuente armado, excitado, `jugado´, está dentro de lo razonable. Es más, es de una buena concepción pedagógica. No es comprensible, entonces, tanta crítica a esta visión del Ministro. Más bien parece una “aprovechada” de la oportunidad.

Leída en La Diaria la crónica de Federico de Los Santos sobre la ‘caceroleada’ del martes 4 en Carrasco, las intuiciones sociales y las sospechas generacionales, cobran cuerpo. Sin quitar ninguna significación a la muerte de Rafael Prati, la contextualiza e ilumina el entorno y el ambiente. La convivencia pacífica entre barrios tan disímiles, Carrasco y asentamientos, parece transformarse en imposible.
“ `La persona cuya vida alguien decidió terminar en la madrugada del viernes era como mi hermano, dice Liliana, visiblemente afectada. Y sigue: `Lo que más duele es la insensibilidad del gobierno. Ni un gesto, ni un acercamiento a esa familia. A veces esto derrama el vaso. ¿Qué le reclama Liliana a las autoridades? `A lo irrecuperable hay que tratarlo como irrecuperable, y el gobierno lo sabe bien, porque hay psiquiatras y psicólogos trabajando con los presos y ya saben que son irrecuperables. No podemos vivir nosotros encerrados y esclavos, pensando todo el día que te va a pasar algo´.”

¿Esta señora, en su sufrimiento, quiere decir lo que yo creo entender? ¿Quiere decir que los “irrecuperables” deben ser exterminados?
“Tania, una señora que luce los ojos más mojados de la marcha, se presenta como la señora del capitán de navío retirado Jorge Elizondo, que fue compañero durante 36 años” de Prati. `Hoy dijeron en el informativo que el 911 acudió apenas recibieron el llamado. Yo te puedo decir que es mentira, aclaró con la voz rota. `No es el país que queremos dejarles a nuestros nietos. Porque para nuestros hijos ya está podrido. ¿Qué piensa Tania que habría que hacer? `No lo sé. Ojalá lo supiera. Estamos invirtiendo millones de dólares en mantener asesinos en las cárceles´.”
Laetitia d’Arenberg, que “además de princesa, es vecina”, también está presente entrechocando ollas. Alicia, dice: “No puede ser que no tengamos derechos. Sólo hay derechos humanos para los delincuentes. Vamos a tener un estallido social por culpa del gobierno”. Con el Himno Nacional sonando, se puede entrever a Verónica Alonso. “A unas cuadras, donde empezó la marcha, los pocos que quedan se van disipando. Mientras, en Tienda Inglesa, una empleada reconoce, entre risas, que se vendieron más ollas que cualquier otro día. “Había gente que compraba cacerolas de 2.000 pesos. Les preguntábamos: ‘¿Se las envolvemos?’, y nos contestaban: `No, las vamos a usar ahora´”.*

En mi cuadra, casi a las 11 de la noche, se siente un golpeteo de ollas. Salgo a mirar, pero no me inspiro para ir a buscar mis dos cacerolas abolladas desde antes de 1985; y en uso. Oídos adentro, una conflictiva letra de Ignacio Copani comienza a sonar:
“No te oí en los días del silencio atronador…
No te oí, puede ser que yo ya no estoy oyendo bien…
Cacerola de teflón, volvé al estante.
Que la calle es de las ollas militantes
con valiente aroma de olla popular,
cacerola de teflón de los bazares,
o a sonar con los tambores militares
como tantas veces te escuché sonar.

*Citas de La diaria, Crónica de Federico de los Santos

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