Una ley que pone las cosas en su justo lugar

En estos últimos días –una vez más- se está dando el debate sobre la participación de la mujer en la política, y específicamente la discusión en torno a una norma que establezca una cuota de género, con referencia a la integración de las listas de los partidos políticos en tiempo de elecciones.

Hace mucho tiempo que este tema viene siendo motivo de disputa y de negociaciones, hasta que en el año 2009 fue aprobada la Ley de Cuotas, pero la misma se aprobó con la condición que tuviera vigencia solo por un período, por lo que era de esperar que se retomase la discusión.
Los temas de la equidad de género tienen un peso muy significativo en nuestra sociedad, asunto que adquiere más resonancia pública en este caso en que está en juego el poder político. Poder político que tradicionalmente ha pertenecido a los hombres, pese a que las mujeres tienen un largo recorrido en materia de militancia.
Justamente la mayor disparidad entre varones y mujeres se da en los lugares de poder; mientras ellas son mayoría en las bases y en espacios de militancia, en general los hombres siguen siendo mayoría en los cargos ejecutivos que conllevan fuertes decisiones políticamente estratégicas.
Uruguay tiene un pasado de avanzada respecto a la participación democrática de las mujeres en la política, como poder votar y ser elegidas desde 1932, pero el promedio de mujeres en el gobierno es del 14,3%, por debajo del promedio mundial de 17,2% y el de América de 22,9%. Por su parte en la representación parlamentaria femenina, el promedio es del 13,1%, por debajo de la media mundial (21,8%) e incluso de la media de los países árabes (16%).
La realidad en este tema indica que, luego que quedara atrás definitivamente el proyecto de ley de paridad presentado por legisladores del Frente Amplio, se acordó días pasados acercar posiciones alrededor de una norma que establezca una cuota de género, pero con una modificación con respecto a la legislación anterior, se altera el sistema de suplencias para lograr que el género femenino mantenga su presencia en los puestos de decisión.
De esta manera se pretende evitar que una banca en el Parlamento obtenida por una mujer sea ocupada por un hombre, en caso de renuncia de esa mujer. Este artículo de la ley, significa sin dudas un avance significativo en esa pelea de la mujer por mantener su lugar en el Parlamento.
Cabe recordar que en el período pasado se dio esta situación, de renuncia de una mujer a su banca en el Senado para dar lugar a un hombre, siendo éste un caso que ameritó mucha difusión y debate a nivel político y social.
Desde nuestro punto de vista, las mujeres han probado y confirmado su capacidad, habiendo conquistado por ello espacios muy importantes no solo a nivel político, sino en otra multiplicidad de esferas públicas y privadas. Flores ha sido un ejemplo de ello, con mujeres que ocupan hoy cargos electivos de relevancia.
Así planteada una realidad que rompe los ojos, no debería ser necesaria una Ley de Cuotas; cada partido y sector político debería reconocer el papel de las mujeres y colocarlas en los lugares que se merecen, incluso encabezando listas. Pero ese “ideal” no se da, lamentablemente, lo que evidencia una segregación que se procura erradicar ahora con una normativa que permanezca en el sistema político.
En este caso entonces, se justifica la Ley de Cuotas.

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