Cuarto Kilo por persona!!

ESTAMPAS DE MI CIUDAD

Lic. Hugo Varela Brown

Redacción

 

Eran los ya lejanos tiempos de los años 60, donde el gobierno colegiado fue responsable de una profunda crisis social y económica que dio lugar a la escasez de varios productos en la sociedad uruguaya. Entre otros el azúcar, la yerba y el tabaco fueron muy sentidos por los vecinos porongueros.
En estas situaciones extremas siempre sale algún rápido comerciante vinculado al contrabando, que lucra logrando “solucionar” parcialmente el problema. Era el caso de don Umpiérrez, padre de Pedro (conocido por muchos vecinos) que tenía domicilio en Lavalleja esquina 18 de Julio.
Casa ya antigua, de ladrillo pegado con barro, ventanas todas de maderas, mostrando el paso del tiempo, amplio patio trasero con grandes pastizales, teniendo como vecinos a la familia Real frente a la de Umpiérrez, en casa de hermosos jardines floridos y amplio patio de balasto.
La gran crisis que originó la escasez de yerba caló hondo en la sociedad poronguera, pues cualquier cosa podía faltar pero el mate casi imposible de sustituir.
Don Umpiérrez por muchos años tenía un kiosco en plena Plaza Constitución en la esquina de Fondar y Sta. Trinidad, que era lo que le permitía vivir, junto a la venta de objetos usados en su casa en el barrio del tanque de OSE.
Pedro –que muchos recordarán- su hijo, era caramelero y manisero en las puertas de los cines y otros espectáculos populares. Es así que en el “bunker” de Don Umpiérrez se montó un sofisticado operativo semi-clandestino para vender yerba, siendo la única posibilidad de conseguirla. De qué forma este ingenioso comerciante barrial lograba traer yerba brasilera de contrabando era cosa que pocos sabían, pero lo cierto es que en el pueblo se corría la voz que para conseguir preparar un amargo o en su caso un mate azucarado de las tardes con galleta de Caorsi, había que ir muy temprano a hacer cola a lo de Umpiérrez, que era seguro con algo te ibas para tu casa.
Se comentaba que los grandes comercios -que eran sólo dos- estaban acaparando yerba a la espera de la suba, pero esto ningún vecino lo podía afirmar. Lo cierto es que las largas colas abarcaban toda la cuadra de 18 de julio rumbo a La Pedrera, y aún doblaba por calle Independencia. Desde las dos de la mañana o antes ya había gente al firme con el “porongos” vacío para lograr al menos un par de cebaduras de yerba.
Algunas vecinas se llevaban su reposera y un termo de café para soportar la larga espera, pues de llevar mate… mejor no hablar pues faltaba lo más importante: LA YERBA!! que solo UMPIERREZ podía paliarlo.
A eso de las 6 de la mañana, luego del canto de los primeros gallos barriales y cuando el sol aún no despuntaba, don Umpiérrez abría la vieja ventana de madera apolillada de la esquina y exclamaba con su ronco vozarrón:
-Bueno gente, hay que mantener el orden en la fila, ya comienza la venta de yerba pero… a razón de CUARTO KILO POR PERSONA!!”.
Los vecinos que estaban desde antes que cantara el gallo quedaron decepcionados con el mensaje, pero como aún no existía la comunicación rápida de hoy no podían avisarle a ningún pariente que viniera a la cola para rescatar aunque sea medio kilo, pues para el kilo necesitaban cuatro familiares en la cola. Ojo!! Umpiérrez no era nada tonto y conocía mucho a la gente y a veces se le escuchaba decir:
-“Vos afuera, ya llevó cuarto kilo tu viejo!!!”.

Los más suertudos lograban sus objetivos, y luego había que hacerla durar, pues las ventas era sólo una vez por semana.
Umpiérrez, se constituía también en la venta de azúcar cuando esta escaseaba, siempre a cuarto kilo por persona, algunos boliches de barrio lograban que Estefan largara algunos kilos “para sus clientes”, pero lo que es la yerba , tenía la exclusividad la “multinacional” de Don Umpiérrez, compitiendo también con otros ingeniosos bolicheros cuando era el tabaco lo que escaseaba, aunque algunos secando barba de choclo combatían la escasez y se «armaban» un tabaquito esperando que Umpiérrez abriera sus ventanas e iniciara la venta de yerba.
Cuando pasen por la esquina de Lavalleja y 18 de Julio, allá en el barrio El Tanque, imagínense la larga fila que se armaba desde la madrugada en el bolichón de Umpiérrez. Algunos dicen que iba gente a comprar para revender, a un valor 5 veces más el cuarto kilo, pero como de habladurías y chismes también se vive, esto sí que no lo podemos asegurar.
Los lunes lloviera o tronara, la cola estaba asegurada, a las 6 en punto el corpulento y ya veterano Umpiérrez sacaba la cabeza por la ventanilla de la esquina y reiteraba: “CUARTO KILO POR PERSONA!!”.