“Tierra libre para hombres libres”: Una deuda con su historia
BICENTENARIO DEL REGLAMENTO DE TIERRAS DE ARTIGAS -1815-2015
“Los más infelices serán los más privilegiados, en consecuencia los negros libres, los zambos de igual clase, los indios y los criollos pobres, todos podrán ser agraciados con suertes de estancias si con su trabajo y hombría de bien, propenden a su felicidad, serán igualmente agraciadas las viudas pobres con hijos y preferidos los casados a los americanos solteros y estos a cualquier extranjero”. (Cláusula del Reglamento de 1815).
Lic. Hugo Varela Brown
Redacción
Tan sólo interpretando las ideas reflejadas en el texto arriba indicado podemos afirmar que ha sido la más avanzada y gloriosa Constitución de todas las que hemos conocido los uruguayos.
La respuesta revolucionaria a la necesidad nacional de recuperación económica y de justicia social, se decretaba mediante la expropiación y el reparto de tierras de los “malos europeos y peores americanos”, quienes al final fueron los que traicionaron a Artigas.
Se decomisaba la tierra sin indemnización alguna de los enemigos de la revolución, que era lo mismo decir “enemigos de la patria”, tanto externos como internos. De esta forma la desaparición de los latifundios era un hecho irremediable y necesario, consolidando una clase media rural, como aspiración básica del artiguismo.
Los hijos no pagaban las culpas de sus padres; el Reglamento les ofrecía lo mismo que a los patriotas pobres.
El sentido esencial de esta Reforma Agraria consistía en asentar sobre la tierra a los pobres del campo, convirtiendo en paisanos a los gauchos errantes. Artigas los quiso convertir en propietarios, bajo determinadas exigencias, mientras que los gobiernos posteriores reducirán a sangre y fuego a ese gaucho oriental convirtiéndolo en peón dependiente en las estancias cimarronas. Su independencia se esfumaba en las lejanías de los campos ajenos.
Decía un historiador que analizaba la época que “los gauchos alzados comenzaban a gustar del trabajo honrado, levantaban sus ranchos y corrales, y plantaban sus primeras sementeras”.
Durante seis meses tan sólo se pudo aplicar este Reglamento Agrario. En la compleja e interesada “alquimia” uruguaya el campo se va transfigurando en la negación colectiva y ausencia de justicia social, la producción se va convirtiendo en ganancias de mercado, el capitalismo sonríe y se queja a su vez de no poder lograr más ganancias!!
El bienestar y el capital acumulado de nuestras clases aristocráticas, dominantes hacia dentro, dependientes hacia fuera, ha llevado y lleva en su seno en sus olvidadas conciencias, el peso de los otroras pobladores de nuestro campo, condenados a una vida de periferia suburbana y urbana que nunca aceptaron ni quisieron. La brecha se extiende, la necesaria desigualdad se agudiza asumiendo los espacios que la voluntad política -faltando a la cita ayer, hoy y quizás también mañana- no ha sido capaz de modificar.
Esa deuda con las ideas de Artigas está total y absolutamente vigente, la base de la pirámide -en la cual se encontraban los más desposeídos- sostenía la vaga esperanza de que algún día nuestro campo por acción de los gobiernos de turno, aunque fuera parcialmente pudiera aplicar al menos algunas de las cláusulas del REGLAMENTO DE TIERRAS DE ARTIGAS, tan sólo por respeto a su ideario y su accionar.
La historia ha indicado lo contrario, mientras en cada aniversario tan sólo recordamos las fechas, enarbolamos la bandera y cantamos el Himno, mirando para el costado la seria perspectiva que nos ofrece un conjunto de ideas artiguistas que llevarían a repoblar nuestra campaña.
En contrapartida desde 1875 fue rígidamente aplicado el sombrío reglamento del alambramiento de los campos ordenado por el dictador Latorre, que llevó a la consolidación de la gran propiedad privada. Los campos se iban dando como regalías, con dudosos títulos de propiedad, algunos sin ellos. La inamovilidad y el concepto sagrado de la propiedad quedó fijado en las Constituciones, la idea de propiedad social que consolida una democracia más profunda quedó también en la base de esa pirámide.
El sistema, aplicado a rajatabla, no había previsto un “pequeño” pero gigantesco detalle; la paradoja de no hacerle caso a la aplicación del Reglamento de Artigas llevó a consolidar que lo que estaba sobrando en los campos: era la gente, las familias, los peones zafrales, esos que antes eran gauchos montaraces iban quedando a la vera del camino sin trabajo y sin tierras donde producir.
Comenzó a reinar -a excepción de algunas zonas del país- el latifundio que con sus tentáculos iba estrangulando cualquier posibilidad de radicación familiar, a no ser en la estancia solitaria y bajo las condiciones de una dependencia paternalista.
El sistema de monocultivo, incorporando otras líneas de producción, comenzó a “vomitar” personas, familias, paisanos solos, para llegar al cumplirse el BICENTENARIO DEL REGLAMENTO AGRARIO ARTIGUISTA, es decir en el 2015, a tener en el campo tan sólo un 5% (cinco por ciento) de la población total.
Convocar a los grandes empresarios que hagan algo similar a la reforma agraria artiguista es como pedirle a las oligarquías que practiquen la justicia social.
El estilo “occidental de vida” que mantienen el orden y la paz consolida también estas grandes injusticias que Artigas pretendió combatir. La historia es como un profeta con la mirada vuelta hacia atrás y contra lo que fue al final; debería anunciar lo que vendrá cuando los “gauchos alzados” comenzaban a gustar del trabajo honrado, a sangre y fuego los acomodaron donde debían estar.
Los proyectos de reformas en la tenencia y explotación de la tierra se han ido acumulando -aunque no son muchos por cierto- en el “cementerio” parlamentario, mientras las escuelas rurales se iban cerrando y el campo iba quedando sin gente.
En estos días la Asamblea General -ha propuesta de un diputado del departamento de Paysandú, Nicolás Olivera- sesionará en Purificación como homenaje a este Bicentenario, quién dice que algún parlamentario aprovechando la situación y luego de escuchar meritorios discursos, saque de la galera algún proyecto de reforma agraria como lo hizo Frugoni por los años 40, quedando en la más absoluta soledad.
Como expresa nuestro gran escritor desaparecido, Eduardo Galeano en la página 179 de su obra “Las Venas abiertas de América Latina”: “Los patriotas pobres desalojados de la tierra que Artigas les había dado, no conservarían otras tierras más que la de sus tumbas”.
LEYENDA
En mayo de 1815, Artigas instaló su campamento en Purificación, unos cien quilómetros al Norte de la ciudad de Paysandú. Proponen que la Asamblea General sesione en ese lugar histórico.